11.28.2012

EL MUNDO DE LOS CHIBCHAS Y LA LEYENDA DE EL DORADO


LOS CHIBCHAS


Éste fue uno de los pueblos más desarrollados del Nuevo Mundo. Esta familia lingüística ocupó territorios colombianos y se extendió por Panamá y otras naciones centroamericanas. Los antecesores de estos grupos llegaron al altiplano de Bogotá hacia el 12000 a.C. Alcanzaron las fases del fornas montañosas de la cordillera Oriental, el macizo colombiano y la Sierra Nevada de Santa Marta. Sus principales asentamientos estuvieron en Bacatá, Hunza, San Agustín, Sugamuxi y Zipaquirá, entre otros. Los hombres llevaban el cabello largo y los únicos que se lo cortaban eran los combatientes en épocas de guerra, pero en épocas de paz usaban tocados adornados con flores en sus cabelleras; quienes vestían con mayor lujo eran los príncipes, ya que usaban cascos de piel de tigre americano adornados con plumas de vistosos colores que a su vez estaban acompañadas de medias lunas de oro o de plata con las puntas hacia arriba.

En general los chibchas sobresalieron por su trabajo metalúrgico espléndido, representado en la confección de pectorales, aretes, narigueras y otros adornos que sólo usaban los varones de alta jerarquía. Canjeaban (trueque) estos materiales (oro y plata) por sal, esmeraldas, o por algodón y frutales procedentes de tierras cálidas. Entre los muiscas también se conoció la explotación de minas de esmeraldas, localizada en los poblados de Muzo, Coscuez y Somondoco, en el departamento de Boyacá. Los chibchas cultivaron la mandioca o yuca dulce, el maíz, la pimienta, el ají, la papa; consumieron carne de venado y de conejo. Su organización social constaba de cuatro estratos o clases sociales representados en el jefe o cacique, los nobles y los sacerdotes, el pueblo en general (los agricultores, los artesanos) y los esclavos sometidos por conflictos armados.

Otra costumbre que tuvieron los chibchas fue la de creer en el poder ilimitado de sus médicos (sacerdotes o chamanes), quienes, según ellos, pronosticaban el futuro y ejecutaban hechizos a pedido de los guerreros o güechas. En general estos moradores del interior de Colombia heredaron ritos como los de iniciación en la vida adulta, en los cuales los varones eran circuncidados o sufrían mutilaciones en los dientes. Entre tanto las mujeres soportaban baños al vapor demasiado calientes, ayunos prolongados y extremados cortes de cabello.


Los chibchas practicaron la poligamia (tener y mantener varias mujeres). La ceremonia de casamiento de mayor importancia era la primera, en la cual el varón era sometido a un rito en presencia de familiares y clanes en general; en éste sometían al varón y a la mujer a una serie de preguntas que deberían responder de manera afirmativa. «¿Tendrás amor para tus hijos y para ti? ¿Das tu palabra de no ir a la cama de tu marido sin que él te llame primero?». Después los dos se abrazaban, y le preguntaban a él: «¿Quieres a la mujer que está entre tus brazos? ». Ante este requerimiento él tenía la obligación de responder en forma clara y a gritos: «Sí quiero, sí quiero!». En ese momento todo era algarabía entre los asistentes: ¡era el primer casamiento de un guerrero! A partir de ese instante el joven podía tomar todas las mujeres solteras que deseara y debería llevarlas a vivir con él sin ninguna ceremonia, sólo con la condición de que lograra mantenerlas.

Un rito célebre fue el de la leyenda de El Dorado, que ha sido uno de los emblemas nacionales y que se ha hecho conocer en el ámbito internacional.

LA LEYENDA DE EL DORADO

Primera referencia histórica de la leyenda de El Dorado. 


La versión oficial de cuál fue la primera noticia escrita sobre El Dorado proviene de Juan Rodríguez Freyle, cronista español de la época de la Conquista, en su obra ""El carnero"  donde cuenta:

Era costumbre entre los naturales que el que había de ser sucesor y heredero del señorío o cacicazgo de su tío (entre los indígenas cundiboyacenses la costumbre era que la herencia de un «trono» pasase de tíos a primos y no de padre a hijo, como para nosotros es costumbre). Había que ayunar seis años, metido en una cueva que tenía dedicada y señalada para esto, y que en todo este tiempo no podía tener parte con mujeres, ni comer carne, sal, ni ají, y otras cosas que se les vedaban; y entre ellas que no podían ver el Sol; sólo una noche tenían licencia para salir de la cueva y ver la Luna y las estrellas y recogerse antes que el Sol los viese. Cumplido este ayuno se metían en posesión del cacicazgo o señorío, y la primera jornada que habían de hacer era ir a la gran laguna de Guatavita y ofrecer sacrificios al demonio que tenían por dios señor. Nótese aquí el marcado prejuicio religioso de los españoles hacia las creencias de los nativos.

Rodríguez Freyle continúa su relato sobre la ceremonia en la laguna: La ceremonia consiste en que en aquella laguna se hacía una gran balsa de juncos, aderezábanla y adornábanla con lo más vistoso que tenían; metían en ellas cuatro braseros encendidos en que desde luego quemaban mucho moque, que es el sahumerio de esos naturales, y trementina con muchos otros diversos perfumes… A este tiempo desnudaban al heredero en carnes vivas y lo untaban con tierras pegajosas y lo espolvoreaban con oro (polvo molido), de tal manera que iba todo cubierto por ese metal… Metíanle en la balsa en la cual iba parado, y a sus pies ponían un gran montón de oro y esmeraldas para que ofreciese a su dios. Entraban con él en la balsa cuatro caciques, los más principales, muy aderezados de plumería, coronas de oro, etc., también desnudos, y cada cual llevaba su ofrecimiento. Partiendo la balsa de la tierra comenzaban los instrumentos a sonar y con esto una gran vocería que festejaba con gran alborozo. La balsa llegaba al medio de la laguna, donde, con una bandera, se hacía señal para el silencio. Hacía el indio dorado su ofrecimiento, y los demás caciques hacían lo propio… Fue ésta la ceremonia que se tomó el nombre de El Dorado…

De aquí surgió la leyenda de El Dorado. Durante muchos años la gente trató de encontrar aquel tesoro sin duda fabuloso, pero nadie ha logrado encontrarlo; más aún, muchos han muerto en el intento de encontrarlo, razón última por la cual los campesinos de la región creen que el tesoro está protegido por un hechizo, algo así como el tesoro del faraón Tutankamón en Egipto.

Presunto lugar de celebración del rito de El Dorado.

Ubicada al nordeste del departamento de Cundinamarca, la laguna de Guatavita se encuentra en la parte sur del municipio de Sesquilé. En tiempos precolombinos la laguna de Guatavita era la única que estaba cerca del antiguo poblado de Guatavita, por eso fue elegida como centro de adoración por los antiguos indígenas. La laguna obtuvo su nombre del cacique de la tribu, que transmitió la leyenda de El Dorado a los españoles, quienes la denominaron «laguna del cacique Guatavita». Así, en la época de la Conquista, el cronista Juan de Castellanos comenta sobre esta zona:

Montaña tenebrosa y asombrada Y más llegamos a la sierra alta Tanto más la hallábamos despoblada Y de consuelo y de refugio falta. Montaña tenebrosa y asombrada De sucios animales toda llena Cuya memoria sólo causa pena.

Los contornos de la laguna son notoriamente montañosos: se encuentra enclavada justo en el anticlinal de Teusacá. Su forma es irregular y se aproxima a un contorno de pera. Su vegetación es muy densa y frondosa en el interior de sus pendientes, mientras que en sus alrededores la cobertura vegetal es poco abundante, debido a la presión humana excesiva en búsqueda de zonas aptas para cultivos y ganadería.

Origen y definición del país de El Dorado.


Las primeras noticias del país de El Dorado las tuvo Ordaz en las inmediaciones del río Orinoco (1531). Así, en su búsqueda partieron personajes como Herrera (1534), Ortal y Spira (1535), Nicolás de Federmán (1537), Sedeño y Sebastián de Belalcázar (1538), entre otros. Pero fue Gonzalo Jiménez de Quesada quien lo encontró en 1537. El hallazgo de este reino, junto con el del Perú en 1533, indujo a pensar a los europeos que estos territorios encerraban tantas riquezas que podrían considerarse como inacabadas. Por ello organizaron numerosas expediciones, entre ellas la de Hernán Pérez de Quesada y Hutten (1541), la de Usúa y Aguirre (1559), la de Gonzalo Jiménez de Quesada, la de Fernández de Sepa y Maraver de Silva (1569), las de Antonio de Berrío (1587, 1590 y 1597), las de Raleigh (1595 y 1616) y las de Fernando de Berrío (1597 y 1608). Ya en el siglo XVIII, un gobernador de las Guyanas, de apellido Centurión, envió a estas tierras una expedición que fracasó por los intereses personales de riqueza fácil.

La leyenda hoy en día sigue vigente; prueba de ello es el conjunto de comentarios y acontecimientos que se han tejido sobre la laguna. Por ejemplo, el desaguarla creando un boquete para poder extraer la riqueza de El Dorado o la práctica de técnicas de buceo para sacar piezas de oro; pero con estos dos hechos sólo se han obtenido varias víctimas y cuantiosas pérdidas materiales. En el libro "Colombia, ¡qué linda eres!" se ofrece una serie de explicaciones que refuerzan lo anterior, como puede leerse en las líneas siguientes.

El desagüe de las lagunas de Guatavita y de Siecha se ha intentado muchas veces, en ocasiones con alguna fortuna, y en otras con un final desaventurado. Los primeros, y al amparo de la buena suerte, fueron Hernán Pérez de Quesada y Lázaro Fonte; posteriormente Antonio de Sepúlveda, quien obtuvo licencia del rey Felipe II y logró extraer «un gran tesoro».

Y explica más adelante:


En 1874 se constituyó una asociación de colombianos e ingleses, cuyo esfuerzo resultó inútil y costoso. Finalmente, en Guatavita otra expedición colombo-inglesa probó fortuna hace un poco más de veinte años y llegó a armar en uno de los bordes de la laguna una pequeña draga llevada pieza a pieza, pero las autoridades municipales impidieron en avanzar tales propósitos. En estos momentos se ignora qué misterios de enlazamiento vinculan a Pasca con Guatavita, a pesar de la distancia que hay entre ellas: en Pasca fue encontrada hace unos cuatro lustros, en tierra de labranza, una balsa muy rica en figuras y que hoy en día reposa en el Museo del Oro del Banco de la República y se considera su joya más valiosa. (Restrepo, Bernardo, 1994, pp. 136 y 138.)

Al final se abre un boquete, se permite bajar unos metros el nivel de la laguna y se hallan algunas piezas, muy poco de lo que se estimaba. Por tanto, las dificultades antes expuestas han impedido que la laguna desaparezca y han contribuido a mantener en el misterio la leyenda de El Dorado. Otros, mientras tanto, dudan que ese tesoro exista en la realidad; por el momento esta historia prevalece con el paso de los años.

Varias lagunas sagradas de los muiscas participan de esta clase de leyendas doradas. En 1856 se encuentra en la laguna de Siecha una balsa de forma circular con diez figuras humanas en ella, de 262 g de peso y 9.5 cm de diámetro. Propiedad de Salomon Koppel, estuvo en el Museo de Berlín y desapareció después de la II Guerra Mundial. En 1970 el Museo del Oro compró, por una suma cercana a los 200 000 pesos, una maravillosa balsa confeccionada en oro, hallazgo de unos agricultores del municipio de Pasca, en el lugar donde quizá los antiguos muiscas tenían talleres artesanales dedicados a la orfebrería. Otras lagunas donde se han encontrado piezas importantes son las de Ubaque, Suesca, Teusacá y Fúquene, entre otras.
Otros describen la laguna en los siguientes términos:

 «Vista desde el aire la laguna parece una tacita de esmeralda, con un follaje verde y salvaje que la reviste internamente. La cercan algunos árboles bajos, y se ve cómo los consiente la frialdad del páramo donde están. Cerca de las riberas de sus aguas claras, aunque no gustosas, por picar un poco con cierto sabor de agua. Mirando desde la laguna hacia arriba uno parece un enano, más pequeño de lo que mide su diámetro promedio, que es de unos 400 m. Sus laderas disparejas y un tanto inclinadas se elevan unos 100 por encima del agua, que está a 2 990 m sobre el nivel del mar. El diámetro superior del borde mide  unos 600 m».

La laguna es, pues, un espejo hechizado donde se refleja el brumoso cielo andino o «un cáliz destinado a recibir el Sol»; por ello deben conocerse los misterios que encierra la laguna, su historia, su geografía y las tradiciones ancestrales de los indígenas.

Publicado en "Diccionario Enciclopédico McGraw--Hill Ilustrado" México, 2001 (apendice Colombia). Adaptado y ilustrado por Leopoldo Costa para ese sitio.

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