4.16.2011

HISTORIA DEL PARAGUAY HASTA LA GUERRA 1864-1870

  El nacimiento del Corazón de América

  La historia del Paraguay empezó indirectamente en 1516 con la expedición fallida de Juan Díaz de Solís al estuario del Río de la Plata que divide los actuales Argentina y Uruguay. Después de la muerte canibalizada de Solís en manos de indios charrúas (La versión mas antigua atribuye el festín a los charrúas. pero los antropólogos dirán que los charrúas eran pámpidos, cazadores, recolectores o sea, paleolíticos. Y los que poseen esta cultura, no comen gente. En cambio sí lo hacen los neolíticos, cultivadores, para poder suplir carencias proteicas. En síntesis: los sospechosos de la comilona son los guaraníes, que poblaban las islas del Río de la Plata, pero no habitaban los territorios de tierra firme, en esa región. Esos isleños eran cultivadores, característica que no es propia de charrúas sino de guaraníes), lo que quedó de la expedición nombró al estuario "Río de Solís" y se marchó a España pero en el camino de regreso, naufragó uno de los barcos enfrente de la isla Santa Catalina en la actual costa brasileña. Entre los sobrevivientes estaba Alejo García, un aventurero portugués que había adquirido conocimientos del guaraní viviendo entre los indigenas. Mediante ese melodioso idioma, García se maravillaba con narraciones sobre "El Rey Blanco" quién, se decía, vivía más allá al oeste y gobernaba ciudades de incomparable riqueza y grandioso esplendor. García finalmente rejuntó unos hombres y recolectó suficientes suministros para un viaje al interior y finalmente logró dejar la isla Santa Catalina tras casi ocho años de permanencia para poder hacer la tan anhelada incursión hacia los dominios de "El Rey Blanco".


Marchando hacia el oeste, el grupo de García descubrió las cataratas de Iguazú (en guaraní, "Aguas Grandes"), cruzó el río Paraná (según el historiador Efraim Cardozo, solo habría cruzado el Paraná a la altura del Monday y que las Cataratas fueron descubiertas por Alvar Núñez Cabeza de Vaca, no por Alejo García, años después), y llegó al sitio de la actual Asunción trece años antes de que fuera fundada. Allí el grupo reclutó un ejército pequeño de 2.000 guerreros guaraníes locales como refuerzo para invadir las tierras prometedoras y debió adentrarse en el Chaco, un semidesierto áspero. Ahí debieron enfrentarse con duros obstáculos como la sequedad, diluvios y las tribus chaqueñas indias sumamente peligrosas pero no tanto como los indios guaraníes canibales que acompañaban a García. Eso fue entre fines de 1524 y comienzos de 1525.


 Joven Colonia
  
 Las incertidumbres generadas por la salida de Pedro de Mendoza llevaron a Carlos V a promulgar una cédula (decreto) algo único en la Latinoamérica colonial. Las cédulas concedían el derecho para elegir al gobernador de la provincia del Río de Plata a los colonos si Mendoza no hubiese designado un sucesor o si el sucesor se hubiese muerto. Dos años después, los colonos eligieron a Irala como gobernador. Su dominio incluyó al Paraguay actual, Argentina, Uruguay, la mayoría de Chile y buenas partes del Brasil y de Bolivia. En 1542 la provincia se transformó en parte del Virreinato recientemente establecido del Perú, con capital en Lima. Iniciándose en 1559, la Audiencia de Charcas (actual Sucre, Bolivia) controló los asuntos legales de la provincia.


El gobierno de Irala puso el modelo para los asuntos interiores de Paraguay hasta la independencia. Además de los españoles, en Asunción también vivía gente proveniente de Francia, Italia, Alemania, Inglaterra y Portugal. Esta comunidad de aproximadamente 350 hombres escogieron como esposas y concubinas entre las mujeres guaraníes. Irala tenía varias concubinas aborígenes y animó a sus hombres para que se casaran con mujeres indias así se eliminaban las ganas de retorno a la madre patria. El Paraguay se erigió como tierra de mestizos rápidamente e incitado por el ejemplo de Irala, los europeos levantaron su descendencia como españoles. No obstante, las llegadas continuas de más europeos permitieron el desarrollo de una elite tipificada del criollo.


Los guaraníes, los kario, los tapé, los itatines, los guarajos y los tupi eran tribus que habitaron una inmensa área que comienza desde las regiones montañosas de las Guyanas cerca del Brasil hasta el río Uruguay. Los guaraníes siempre estaban rodeados por otras tribus hostiles por lo tanto frecuentemente andaban guerreando. Ellos creían que las esposas permanentes eran impropias para la conducta de un guerrero de modo que en algunas tribus practicaban la poligamia con el objetivo de aumentar el número de descendencia. Los caciques tenían a menudo veinte o treinta concubinas, las cuales ellos compartían libremente con visitantes ocasionales. Esos jefes trataban bien a sus esposas oficiales pero no dudaban en castigar a menudo a las adúlteras con la muerte. Vale aquí la siguiente observación: como eran polígamos, tal vez los españoles se sintieron alentados a seguir tal norma de vida. Y como compartían las mujeres, los indios se vieron diezmados posteriormente por la sífilis, enfermedad desconocida en América e importada por los conquistadores. De esa manera los guaraníes puros se vieron reducidos numéricamente en el transcurso de los años.


Como las otras tribus de la zona, los guaraníes eran caníbales. Pero ellos normalmente comían sólo a sus enemigos más valientes capturados en batalla con la esperanza de adquirir la valentía y poder de sus víctimas.


En contraste con el guaraní hospitalario, las tribus de Chaco, como los payaguás (de donde provenía el nombre Paraguay según una de las varias versiones sobre el origen del nombre del país), los guaycurúes, los m'bayá, los abipones, los mocovíes y los chiriguanos eran enemigos implacables de los blancos. Los viajeros en el Chaco narraban que los indios eran capaces de aprender rápidamente el uso de los caballos (animales de origen europeo) para ganar guerras. Los guaraníes aceptaron la llegada de los españoles y los buscaban para protección contra las tribus feroces vecinas pero también esperaron que los hispánicos los llevaran una vez más a una lucha contra el Inca.


La paz que había prevalecido bajo Irala se arruinó en 1542 cuando Carlos V nombró a Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, uno de los conquistadores más famosos de su época, como gobernador de la provincia. Cabeza de Vaca llegó a Asunción después de haber vivido durante diez años entre los indios de la Florida (Norteamérica). Casi inmediatamente, la provincia del Río de la Plata con 800 europeos como elite se escindió en dos facciones antagonizantes y belicosas. Los enemigos de Cabeza de Vaca lo acusaron de opositor de los intereses de los indios y de autoritario recalcitrante. Éste intentó aplacar a sus enemigos lanzando una expedición en el Chaco en busca de una ruta a Perú. Este movimiento molestó enormemente a las tribus del Chaco tanto que ellos iniciaron una guerra de dos años de duración contra la colonia y amenazaron virtualmente su propia existencia. En la primera de las innumerables revueltas de la colonia contra la Corona, los colonos arrestaron a Cabeza de Vaca, lo enviaron a España cargadísimo de cadenas y le devolvieron el gobierno a Irala. En medio de ese fragor, la comunidad colonial se dividió entre "leales" (a la Corona) y "comuneros", éstos últimos llamados así en honor a los comuneros castellanos caídos ante Carlos V en defensa de sus derechos populares contra los privilegios reales.


Irala gobernó extensamente y sin interrupción hasta su muerte en 1556. En muchos aspectos, su gobierno era uno de los más humanos en el Nuevo Mundo español en ese momento y marcó la transición de los conquistadores a los hacendados en la colonia. Irala mantuvo relaciones óptimas con el pueblo guaraní, con los indios antaño hostiles luego pacificados, hizo exploraciones al Chaco y dio inicio a las relaciones comerciales con el Perú. Ese vasco soldado de fortuna fue el que originó los principios de una industria textil y la introducción de ganado que floreció en las colinas fecundas y prados del país. La llegada del padre Pedro Fernández de la Torre el 2 de abril de 1556, como el primer obispo de Asunción marcó en Paraguay el establecimiento de la Iglesia Católica. Irala también fue testigo de la construcción de una catedral, dos iglesias, tres conventos y dos escuelas.


Irala antagonizó a los indios de todas formas. En los últimos años de su vida, se rindió ante las presiones de los colonos y estableció la encomienda. Bajo este sistema, los colonos recibieron tierras a modo de propiedad  junto con el derecho a la labor y producción de los indios que vivían en esas propiedades. Aunque se esperaba que los encomenderos satisfagan las necesidades espirituales y materiales de los indios, el sistema se degeneró rápidamente en una virtual esclavitud. En Paraguay 20.000 indios eran divididos entre 320 encomenderos. Esta acción chispoteó una revuelta india muy grande en 1560 y 1561. La inestabilidad política preocupó a la colonia y las revueltas eran moneda corriente. Además con recursos y milicia limitados, Irala poco pudo controlar las correrías de merodeadores portugueses a lo largo de las fronteras orientales. Aun así Irala dejó el Paraguay próspero y relativamente en paz. Aunque no había encontrado ningún El Dorado para empatar los hallazgos de Hernán Cortés en México y los de Pizarro en Perú, fue amado por su pueblo quien lamentó su muerte.


Los gobernadores que les siguieron siempre fueron una sombra al lado del gran Irala excepto tal vez de Hernando Arias de Saavedra apodado "Hernandarias", hijo de españoles pero nacido en Asunción en 1560. Fue el primer criollo que gobernó sus lares natales, creando así el orgullo local apoyándose en las masas mestizas y criollas. Hernandarias siempre mantuvo una imagen y actitud democráticas lo cual le permitieron dominar el escenario político del Paraguay hasta su muerte en 1631 en la ciudad de Santa Fe (otra villa hija de Asunción, ahora en la actual Argentina).

 La República Jesuítica

  Durante los próximos 200 años, la Iglesia Católica Romana, sobre todo los ascetas y simples miembros de la Sociedad de Jesús (los jesuitas), tenía mucho más influencia en la vida social y económica de la colonia que los flojos gobernadores que sucedieron a Irala y a Hernandarias. Tres jesuitas, un irlandés, un catalán y un portugués, llegaron en 1588 desde el Brasil. Se marcharon rápidamente de Asunción para promoverse entre los indios a lo largo del curso superior del río Paraná. Los guaraníes como ya creían en un ser impersonal y supremo con anterioridad, demostraron ser buenos alumnos de los jesuitas.


 En 1610 Felipe III (1598-1621) proclamó que sólo "la espada de la palabra" debe usarse para dominar a los indios paraguayos y de esa forma ellos serían personas felices. La Iglesia le concedió poderes extensos al padre jesuita Diego de Torres para poder llevar a cabo un nuevo plan con bendiciones reales que se preveía el fin del sistema de la encomienda. No les gustó para nada este plan a los colonos cuyo estilo de vida dependía de la incesante labor india. La resistencia de los colonos convence a los jesuitas de mudar su base de actividades a la provincia de Guairá en el distante sudeste. Después de esfuerzos infructuosos para civilizar a los recalcitrantes guaycurúes, los jesuitas pusieron esta vez todos sus esfuerzos en el futuro en trabajar con los guaraníes. Distribuyendo a los indios guaraníes en "reducciones" (municipios), los empeñosos padres empezaron un sistema que duraría más de un siglo. En uno de los más grandes experimentos de vida comunitaria en la Historia, los jesuitas habían organizado aproximadamente 100.000 guaraníes en unas veinte reducciones y prontamente soñaron con un imperio jesuítico que abarcaría desde la confluencia de los ríos Paraguay y Paraná hasta las cabeceras del río Paraná. Sin rangos fijos en su sociedad, la comunidad como único fin, la labor de esos jesuitas es interpretada como una república comunista, tal vez la primera en su género en el mundo.


Las nuevas reducciones jesuíticas estaban desgraciadamente dentro de la zona de saqueo de los bandeirantes, gente que recluta esclavos y que desciende de una mezcla de portugueses y aventureros holandeses. Empleaban ejércitos de "mamelucos" (mestizos de negros e indios), pobres infelices a quienes los lanzaban al frente en las aventuras más riesgosas. Los bandeirantes tenían por base en San Pablo, Brasil que se había vuelto un asilo para los saqueadores y piratas por los primeros años del siglo XVII porque estaban fuera del control del gobernador colonial portugués. Sobrevivían capturando a los indios y vendiéndolos como esclavos a los plantadores brasileños. Habiendo vaciado la población india cerca de San Pablo, Brasil, se aventuraron aún más lejos de casa dando con el hallazgo de las reducciones ricamente pobladas. Las autoridades españolas escogieron no defender los lugares jesuitas.

España y Portugal se fusionaron en un solo reino de 1580 a 1640. Aunque sus asuntos coloniales estaban sujetos en actos de guerra, el gobernador del Río de la Plata tenía muy poco incentivo para enviar escasas tropas y suministros contra un enemigo que era nominalmente de la misma nacionalidad. Además, los jesuitas no eran populares en Asunción donde los colonos tenían asegurado su control sobre el gobernador de turno.
Los jesuitas y sus neófitos tenían así muy poca protección de las depredaciones de los paulistas (asi llamados a los bandeirantes por su proveniencia de San Pablo). En una correría en 1629, aproximadamente 3.000 paulistas destruyeron reducciones que encontraron en su camino quemando iglesias, matando a ancianos y niños (quienes carecían de valor como esclavos) y llevando a cabo a la costa las poblaciones humanas enteras, así como el ganado. Sus primeras correrías contra las reducciones les redituaron por lo menos unos 15.000 cautivos.


De cara ante el imponente desafío de un virtual holocausto que estaba asustando a los neófitos que los inducía volver al paganismo, los ingeniosos y valientes jesuitas tomaron medidas drásticas. Bajo la dirección del padre Antonio Ruiz de Montoya, algo más de 30.000 indios (2.500 familias) se retiraron usando canoas viajando centenares de kilómetros hacia el sur para el lado de otra gran concentración de reducciones jesuíticas cerca del curso más bajo del Paraná. Aproximadamente 12.000 personas lograron sobrevivir. Pero la retirada no detuvo a los paulistas que continuaron haciendo una incursión más en la cual casi extinguían esas reducciones. La amenaza de los paulistas sólo se acabó luego de 1639, cuando el virrey en Perú permitió a los indios armarse. Bien entrenados y altamente motivados por los jesuitas las unidades indias derrotó a lo grande a los invasores y se los expulsó.

La aplastante victoria sobre los paulistas inauguró la edad dorada de los jesuitas en el Paraguay. Los guaraníes estaban desacostumbrados a la disciplina y la vida sedentaria prevalecientes en las reducciones pero se adaptaron fácilmente a ambas cosas ya que se les ofrecían normas vivientes más altas, protección de los crueles e insensibles colonos asuncenos y la seguridad física. Ya en 1700 los jesuitas podían contar 100.000 neófitos en aproximadamente 30 reducciones. Las reducciones exportaban materias primas y productos variados incluyendo algodón y tela de lino, cueros, tabaco y principalmente la yerba mate (una infusión como el té pero más amargo que es muy popular en Paraguay, Argentina, Uruguay y el sur del Brasil). Los jesuitas también levantaron reservas de comida y enseñaron artes y destrezas. Además pudieron dar un servicio considerable a la corona proporcionando ejércitos indígenas contra los ataques perpetrados por portugueses, ingleses y franceses. En el momento de la expulsión de los jesuitas del Imperio español en 1767, las reducciones eran enormemente ricas y comprendían más de 21.000 familias. Sus inmensas manadas incluían aproximadamente 725.000 cabezas de ganado, 47.000 bueyes, 99.000 caballos, 230.000 ovejas, 14.000 mulas y 8.000 asnos. 


 Debido a su éxito, los 14.000 jesuitas que se ofrecían voluntariamente para servir en Paraguay, se ganaron muchos enemigos. Estos hombres de Dios eran una fea espina en el ánimo de los colonos quienes los veían con ojos envidiosos y resentidos. Luego propalaron rumores sobre minas de oros ocultos y la amenaza a la Corona proclamando una presunta república jesuítica independiente en un futuro corto. Pero para la Corona, las reducciones eran como una manzana que se iba madurando y esperando para ser recogida. 


Las reducciones fueron presa de los tiempos cambiantes. Entre los años 1720 y 1730, los colonos paraguayos se rebelaron contra los privilegios jesuitas y el gobierno que los protegía. Aunque esta revuelta falló, era una de las más virulentas contra la autoridad española en el Nuevo Mundo y provocó en la Corona la duda sobre la conveniencia de seguir apoyando a los jesuitas. La Guerra de las Siete Reducciones (1750-61) que se libró para evitar la entrega de siete misiones al sur del río Uruguay al control portugués ocasionó el sentimiento en Madrid de que debería suprimir "el imperio dentro de un imperio".


En un movimiento para adjudicarse las riquezas de las reducciones para ayudar a las decaídas finanzas de la Corona, el rey español, Carlos III (1759-88), expulsó a los jesuitas en 1767. Después de unas décadas de la expulsión, la mayoría de todo lo bueno que los jesuitas habían hecho se desperdició. Las misiones perdieron su valor, se administraron mal y fueron abandonadas por los guaraníes. Los jesuitas casi desaparecieron sin rastro. Hoy día, unas ruinas cubiertas por el musgo es el único testimonio de ese largo y variado periodo de 160 años de la Historia paraguaya.

 Vientos de Mayo
  
  El Virreinato de Perú y la Audiencia de Charcas tenían la autoridad nominal sobre el Paraguay, mientras Madrid por lo general desatendía esa colonia para evitar las complejidades, el gasto de gobernar y defender una colonia remota que había demostrado una lealtad inicial pero para luego no tener mucho valor en el vasto imperio español. Por esa razón los gobernadores del Paraguay no tenían ninguna tropa real a su disposición dependiendo así de una milicia irregular compuesta por colonos. Los paraguayos nativos se aprovecharon de esta situación y exigieron que las cédulas del año 1537 les dieran el derecho para elegir y deponer a sus gobernadores.
La colonia (en particular el cabildo de Asunción) se granjeó la reputación de ser una frecuente tierra revoltosa contra la Corona.


Las tensiones entre las autoridades reales y los colonos alcanzaron el pico máximo en 1720 a causa del estado de los jesuitas cuyos esfuerzos por organizar a los indios habían negado a los colonos el usufructo a la labor india. Una gran rebelión conocida como la Revuelta Comunera estalló cuando el virrey en Lima reintegró a un gobernador pro-jesuita a quien los colonos ya habían depuesto antes. Esa revuelta era un ensayo en varias formas de los eventos que desembocaron en la Independencia de 1811. Las familias más prósperas de Asunción (cuyas plantaciones de tabaco y de yerba mate competían directamente con los jesuitas) organizaron esa revuelta pero cuando el movimiento atrajo apoyo de los campesinos pobres en el interior, los ricos la abandonaron y seguidamente solicitaron a las autoridades reales la restauración del orden. Como respuesta, los campesinos empezaron a incautar propiedades de la clase alta y llevárselas al campo. Un ejército radical casi capturaba Asunción e irónicamente fue repelido por las tropas indias provenientes de las reducciones jesuíticas. 


La revuelta era el síntoma de un declive. Desde la refundación de Buenos Aires en 1580, el firme deterioro de la importancia de Asunción contribuyó a crecer la inestabilidad política dentro de la provincia. En 1617 la provincia del Río de la Plata fue dividida en dos provincias más pequeñas: el Paraguay, con Asunción como capital y el Río de la Plata con Buenos Aires como ciudad principal. Con esta acción, Asunción perdió el mando del estuario del río de la Plata y pasó a ser dependiente de Buenos Aires para envíos marítimos. En 1776 la Corona creó el Virreinato de Río de la Plata; Paraguay que era subordinado a Lima pasó a ser una región controlada por Buenos Aires. Localizado en la periferia del imperio, el Paraguay sirvió como un estado tapón: los portugueses bloquearon la expansión territorial paraguaya en el norte, los indios también lo bloquearon, hasta su expulsión, en el sur y los jesuitas lo bloquearon en el este. Se forzaron a jóvenes paraguayos a servir en la milicia colonial para realizar giras extendidas lejos de casa y eso contribuyó a una severa escasez obrera.   


Debido a que Paraguay estaba ubicado lejos de los centros coloniales, tenía muy poco poder de mando en las decisiones importantes que afectaban su economía. España se apropió buenas partes de la riqueza de Paraguay a través de pesados impuestos y demás regulaciones. Al mismo tiempo, España estaba recolectando la mayoría de la riqueza del Nuevo Mundo para importar productos fabricados de los países más industrializados de Europa especialmente Inglaterra. Los comerciantes españoles pedían crédito de los comerciantes británicos para financiar sus compras, a su vez los comerciantes de Buenos Aires pedían crédito de España, la gente de Asunción pedían prestado de los porteños (naturales de Buenos Aires) y finalmente los peones paraguayos (campesinos sin tierra en deuda con los propietarios) compraban mercadería a crédito. El resultado era una horrible pobreza en el Paraguay y un imperio empobrecido espiral y paulatinamente.   


La Revolución Francesa, el ascenso de Napoleón Bonaparte, y la guerra subsecuente en Europa inevitablemente debilitó la capacidad de España para controlar sus colonias. Cuando las tropas británicas intentaron invadir y dominar Buenos Aires en 1806, el ataque fue reprimido por los residentes de la ciudad con alguna ayuda paraguaya, no por España. La invasión napoleónica de España en 1808, la captura del rey español Fernando VII (gobernó 1808 y 1814-33) y la imposición de Napoleón en el trono hispánico a su hermano, José Bonaparte desunió lo que quedó de los eslabones entre la metrópoli y sus satélites. José no tenía ningún tipo de apoyo ni lealtad en la América española por lo tanto sin un rey reconocido, todo el sistema colonial perdió su legitimidad y los colonos se sublevaron. Alentados los porteños por su reciente victoria sobre las tropas británicas, el cabildo de Buenos Aires depuso al virrey español el 25 de mayo de 1810 y juró gobernar en nombre de Fernando VII.   


 La acción porteña tendría consecuencias imprevistas para las historias de Argentina y Paraguay. Las noticias de los eventos en Buenos Aires aturdieron a los ciudadanos de Asunción quienes solían ser fieles a la posición realista al principio. Pero no importa cuán grave habían sido las ofensas del antiguo régimen, los paraguayos no quisieron acatar las órdenes de los porteños, naturales de un otrora pago escuálido en medio de una pampa vacía cuando el Paraguay era toda una potencia colonial en el Imperio español...


Los porteños insistieron en su esfuerzo para englobar al Paraguay bajo su mando escogiendo a José Espínola y Peña como su portavoz en Asunción. Espínola era "quizás el paraguayo más odiado de su época" según las palabras de historiador John Hoyt Williams. La recepción de Espínola en Asunción no fue para nada cordial, en parte porque se había unido estrechamente a las políticas atroces del ex gobernador, Lázaro de Rivera, quien ordenó disparar sobre centenares de conciudadanos hasta que dimitió en 1805. Escapóse para el destierro al lejano norte de Paraguay, Espínola luego huyó a Buenos Aires y mintió sobre la magnitud de apoyo a favor de los porteños en el Paraguay y logró que el cabildo de Buenos Aires envíe unas tropas al norte. Manuel Belgrano, general y abogado porteño se puso a la cabeza de 1.100 hombres con la intención de entrar a Asunción. Pero las tropas paraguayas azotaron espectacularmente a los porteños en Paraguarí y después en Tacuarí. Sin embargo los oficiales de ambos ejércitos fraternizaron abiertamente durante la campaña. Gracias a estos contactos los paraguayos comprendieron  que la dominación española en América del Sur acabaría por extinguirse y que en ellos, no los españoles, está el verdadero poder.


Si el caso de Espínola y Belgrano sirvieron para despertar las primeras pasiones nacionalistas en Paraguay, las acciones enfermizas y concebidas por los realistas paraguayos que aún permanecían en la colonia las inflamaron. Creyendo que los oficiales paraguayos que habían fustigado al ejército porteño representaban una amenaza directa a su gobierno, el gobernador Bernardo de Velasco dispersó y desarmó las fuerzas bajo su orden y envió la mayoría de los soldados a casa ni siquiera pagarles por sus ocho meses de servicio. Velasco ya había perdido el respeto de sus gobernados cuando huyó del campo de batalla en Paraguarí pensando que Belgrano iba a ganar. Como último disgusto, el cabildo de Asunción solicitó la protección del ejército portugués contra las fuerzas de Belgrano cuando éstas solo acamparon justo al lado de la frontera de la actual Argentina. Lejos de sostener la posición del cabildo, un movimiento encendió un levantamiento y el derrocamiento de la autoridad española al mismo instante en Paraguay en la noche del 14 y la madrugada del 15 de mayo de 1811.


 La construcción de una definitiva identidad nacional

  José Gaspar Rodríguez de Francia es una de las más grandes figuras en historia paraguaya asimismo la más enigmática. Hasta el gran escritor paraguayo Augusto Roa Bastos garabateó una suerte de autobiografía apócrifa sobre Rodríguez de Francia llamado "Yo, el Supremo" que revelaba probablemente sus pensamientos y que luego se transformó en un indiscutido clásico de literatura latinoamericana. Gobernando desde 1814 hasta su muerte en 1840, Francia tuvo éxito construyendo una fuerte, próspera y afianzada nación independiente en un álgido momento cuando la existencia del Paraguay como un país distinto parecía improbable. Cuando murió, legó un país en paz, con arcas repletas y muchas industrias florecientes. Frugal, honrado, competente y diligente, Francia era tremendamente popular con las clases bajas. Pero a pesar de su popularidad, Francia pisoteó los derechos humanos y impuso un estado policíaco autoritario basado en el espionaje y una dura coerción. Bajo Francia, Paraguay sufrió un recambio social que destruyó las elites viejas.


Vale notar que si bien Francia fue cruel dictando las condiciones carcelarias, sus victimas mortales no eran numerosas comparando a las incontables muertes ocasionadas en las previsibles revoluciones sangrientas que se suscitaban casi anualmente en el resto de la América Latina. Para ser exactos, Francia solo mandó ejecutar cuarenta personas mientras ostentó el poder. 


El Paraguay independiente era una área relativamente subdesarrollada. La mayoría de los residentes de Asunción y virtualmente todos los colonos rurales eran analfabetos. Las elites urbanas tenían acceso a la enseñanza privada. La educación universitaria, sin embargo, se restringió para unos pocos que podían pagarse el lujo de estudios en la prestigiosa Universidad de Córdoba en la actual Argentina. Prácticamente nadie tenía algún tipo de experiencia de gobierno, finanzas o administración. Los colonos trataban a los indios un poco mejor que los esclavos y el clero paternalista los trató como a niños. El país estaba rodeado por vecinos hostiles incluyendo las hiperbelicosas tribus de Chaco. Se necesitaron medidas fuertes para salvaguardar al país de la desintegración.

Francia, nacido en 1766, pasó sus días de estudiante estudiando teología en el colegio Monserrat dependiente de la Universidad de Córdoba (actual Argentina). Pese a los rumores maliciosos de que su padre brasileño era mulato y tabacalero, Francia se ganó la codiciada silla de teología en el Seminario de San Carlos en Asunción en 1790 (en el cual solo gente de "raza pura" podía ejercer la docencia). Sus opiniones radicales hicieron su posición insostenible allí como maestro y debió dejar la enseñanza para estudiar derecho. Devoto de la Iluminación y la Revolución Francesa, lector perspicaz de Voltaire, Jean-Jacques Rousseau y el Enciclopedismo francés, Francia tenía la biblioteca más grande en Asunción. Su interés en astronomía, combinó con su conocimiento de francés y otros asuntos "arcanos" en Asunción impresionó a algunos paraguayos supersticiosos quienes lo consideraban como un mago capaz de predecir el futuro. Como abogado, se reveló como activista social y defendió siempre al menos afortunado contra el solvente. Demostró temprano interés en la política y logró con dificultad el cargo de alcalde de primer voto, o sea, cabeza del cabildo de Asunción en 1809, la posición más alta que podía aspirar un criollo.


Después del cuartelazo del 14-15 de mayo que trajo la independencia, Francia se convirtió en un miembro de la junta gobernante resultante del golpe exitoso. Aunque el poder real descansaba en el ejército, la cintura política de Francia le valió el apoyo de los campesinos de la nación. Probablemente el único hombre en Paraguay con habilidades diplomáticas, financieras, y administrativas, Francia construyó su base de poder en sus habilidades orgánicas y su personalidad poderosa. Burlándose de los diplomáticos porteños en las negociaciones que produjeron el Tratado del 11 de octubre de 1811 (en el cual Buenos Aires reconoció implícitamente la independencia paraguaya a cambio de promesas vagas de una futura alianza militar), Francia demostró que poseía habilidades cruciales para el futuro del país.


Francia reforzó su poder convenciendo a la insegura elite paraguaya de que él era indispensable. Pero al final de 1811, descontento con el papel político que los oficiales militares estaban empezando a jugar, él renunció a la junta. En su jubilación en su modesta chacra en Ibaray, cerca de Asunción, les decía a innumerables ciudadanos comunes que solían visitarlo que su revolución había sido traicionada, que el cambio del gobierno sólo significó la transición de una elite española hacia una elite criolla y que el actual gobierno era incompetente y mal administrado. De hecho, el país se estaba dirigiendo rápidamente hacia una fatal crisis. Estaban los portugueses quienes amenazaban exceder las fronteras norteñas y el gobierno porteño tenía prácticamente cerrado el Río de la Plata al comercio paraguayo imponiendo impuestos y capturando naves. Para colmo el gobierno porteño envió órdenes directas para formar un ejército paraguayo para combatir contra los españoles en Uruguay desatendiendo el Tratado del 11 de octubre. El gobierno porteño también informó a la junta que deseaba volver a abrir conversaciones.


Cuando la junta dióse cuenta de que un diplomático porteño estaba en camino a Asunción, hubo pánico porque no era competente negociar sin la presencia de Francia. En noviembre de 1812, los miembros de la junta invitaron a Francia a encargarse de la política extranjera, oferta que Francia aceptó. A cambio, la junta estaba de acuerdo en poner medio ejército y mitad de las municiones disponibles bajo el mando de Francia. En ausencia de alguien semejante a él en la junta, Francia fácilmente controló el gobierno en muy poco tiempo. Cuando el enviado argentino, Nicolás de Herrera, llegó en mayo de 1813, se enteró de que todas las decisiones tenían que ser aprobadas por un congreso paraguayo que se reunía a más tardar en septiembre. Entretanto, Paraguay se declaró independiente de nuevo de la Confederación Argentina y expulsó a dos miembros de la junta conocidos por su inocultable simpatía por la unión con la Argentina. Bajo virtual arresto casero, Herrera tenía pocas chances de conseguir apoyos a favor de la unificación, pese a que acudió al soborno.


 El congreso que se inició el 30 de septiembre de 1813 fue ciertamente el primero de su tipo en América Latina. Había más de 1.100 delegados elegidos por sufragio universal masculino y muchos de estos delegados representaban a los pobres que son la mayoría rural paraguaya. Irónicamente las decisiones de este cuerpo democráticamente elegido pondrían las bases de una dictadura larga. A Herrera no le fue permitido asistir a las sesiones ni para presentar su declaración, en cambio el congreso dio un apoyo aplastante a la política extranjera antiimperialista y antiunionista de Francia. Los delegados rechazaron una invitación para un congreso constitucional en Buenos Aires y establecieron una república paraguaya, la primera en América española, con Francia como primer cónsul. Se suponía que Francia intercambiaría lugares cada cuatro meses con el segundo cónsul, Fulgencio Yegros, pero el consulado de Francia marcó el principio de su férreo gobierno directo porque Yegros no era más que un títere. Yegros, un hombre sin ambiciones políticas, representaba a la elite nacionalista militar criolla, pero Francia ya tenía mucho poder ya que lo basaba sobre las masas nacionalistas y populares.  


García fue el primer europeo en cruzar el Chaco y logró penetrar las defensas exteriores del Imperio Inca en las colinas de los montes Andes en la actual Bolivia, ocho años antes que el fiero y codicioso Francisco Pizarro. El grupúsculo mixto entró en plan de pillaje alzándose con un botín impresionante de plata pero antes de que el ejército del Inca reinante, Huayna Cápac, llegara para presentarle combate, se retiró en orden con el botín a cuestas pero Alejo García fue asesinado por sus aliados indios cerca de la actual ciudad de San Pedro sobre el río Paraguay respetando la vida de su hijo, el primer mestizo paraguayo. Pero las noticias de la correría en el país incaico sedujeron a posteriores exploradores españoles y atrajeron a Sebastián Gaboto al Río Paraguay dos años después.


Hijo del famoso explorador genovés Juan Gaboto (quién había llevado a cabo la primera expedición europea a América del Norte), Sebastián Gaboto estaba navegando al Oriente en 1526 cuando oyó hablar de las hazañas de García y dedujó que el Río de Solís podría proporcionar un pasaje más fácil al Pacífico y al Oriente que los laberintos traicioneros y tormentosos del Estrecho de Magallanes que era el paso conocido en ese entonces para poder ir hacia las riquezas de Perú. Gaboto fue el primer europeo en decidir explorar a conciencia el estuario del Plata.


Dejando una fuerza pequeña en la orilla norteña del anchuroso estuario, Gaboto procedió tranquilamente por el río Paraná por aproximadamente unos 160 kilómetros y fundó un fortín llamado Sancti Spiritu cerca de la actual ciudad argentina de Rosario. Continuó aguas arriba para otros 800 kilómetros más, más allá de la confluencia con el río Paraguay siempre sobre el Paraná. Cuando la navegación se tornó dificultosa, Gaboto retrocedió no sin obtener algunos objetos de plata que los indios del lugar afirmaron que venían bien lejos de una tierra al oeste. De ese modo Gaboto decidió desandar su ruta en el río Paraná y entrar en el río Paraguay. Aproximadamente cuarenta kilómetros debajo del sitio de Asunción, Gaboto encontró una tribu guaraní con posesión de objetos plateados, quizás algunos de los despojos del tesoro de García. Creyendo haber encontrado la ruta hacia las riquezas del Perú, Gaboto nombró al río Paraguay como "Río de la Plata", aunque hoy el nombre sólo se aplica al estuario donde a sus orillas está actualmente la ciudad de Buenos Aires.


Gaboto se volvió a España en 1530 y el emperador Carlos V (1519-56) fue informado sobre sus descubrimientos. Carlos V le dio permiso a Don Pedro de Mendoza para poder montar una expedición al estuario del Plata. El emperador también nombró gobernador del Río de la Plata a Mendoza y le concedió el derecho de nombrar a su sucesor. Pero Mendoza, un hombre enfermizo, perturbado, incapaz de ser líder cuya crueldad casi minó la expedición. Escogiendo lo que probablemente sea el peor sitio del continente para el primer villorrio español en América del Sur, Mendoza construyó un fortín en un pésimo puerto natural en el lado del sur del estuario del Plata en una llanura inhóspita fuertemente azotada por los vientos en 1536. Polvoriento en la estación seca, un cenagal en las lluvias, el lugar estaba poblado por la feroz tribu querandí para mayor desgracia española. Al nuevo fortín se le nombró "Buenos Aires" (Nuestra Señora del Buen Ayre para ser exactos), aunque apenas era un lugar que uno visitaría para pescar un "buen aire".


Mendoza provocó que el pueblo querandí declarara la guerra a los europeos. Millares de esos aborígenes, los timbú y sus aliados, los charrúas sitiaron la miserable compañía de soldados aventureros y hambreados. Los españoles se vieron obligados hasta de comer ratas y los cadáveres de sus camaradas difuntos.


Entretanto, Juan de Ayolas que era el segundo de Mendoza y a quién se le había enviado aguas arriba en ruta de reconocimiento, volvió con una providencial carga de maíz y noticias de que el fuerte de Gaboto en Sancti Spiritu había sido abandonado. Mendoza despachó a Ayolas rápidamente para explorar una posible ruta a Perú. Acompañado por Domingo Martínez de Irala, Ayolas navegó otra vez hacia el norte hasta que llegó a una bahía pequeña en el río Paraguay que bautizó Candelaria, el actual Fuerte Olimpo. Dejando a Irala como lugarteniente suyo, Ayolas se aventuró en el Chaco en búsqueda de la Sierra del Plata llegando a saquear el Perú y nunca se lo volvió a ver de nuevo aunque se cree que lo hayan matado los payagua, indios chaqueños.


Mendoza ordenó a dos miembros de la expedición, Juan de Salazar de Espinosa y Gonzalo de Mendoza a buscar a Ayolas mientras él los esperaría a bordo de sus buques enfrente de Buenos Aires no en tierra firme. Ambos exploraron el río Paraguay y se detienen en un excelente anclaje. Ahí comenzaron a construir un fuerte el 15 de agosto de 1537, la fecha de la Fiesta de la Asunción, y lo llamaron Asunción (Nuestra Señora de Santa María de la Asunción). Ambos declararon que era un buen lugar de "amparo y reparo de la conquista". Luego subieron río arriba y se encontraron con Irala quien tenía órdenes de esperar a su jefe Ayolas. Los tres hombres lo buscaron sin resultados positivos. Entonces Salazar y Gonzalo de Mendoza descendieron el río de regreso a Asunción.


Irala luego de esa fundación debió de librar unas batallas contra los indios kario dueños de esa tierra capitaneados por su mitológico cacique Avambae, debiendo vencerlos duramente al pie de un cerro que domina la vista de la actual Asunción. Esa formación geográfica fue bautizada como Lambaré, españolizando así el nombre del cacique vencido. Hoy es una populosa ciudad vecina a la capital paraguaya. A la larga esos indios kario se aliaron con sus vencedores para hacer frente ante los indios guerreros payagua y guaikuru. En prenda de alianza, los kario dieron mujeres a los españoles, tocando hasta diez féminas a cada jefe español.


Después de unos 20 años, el pago tenía una población de aproximadamente 1.500 personas. Los embarques transcontinentales de plata atravesaron ese villorio desde el Perú hacia Europa, de esa forma Asunción se convirtió en el núcleo de una provincia española que abarcó una porción grande de Sudamérica, tan grande que fue apodada  como la "Provincia Gigante de las Indias". Asunción también era la base en donde esa parte sudamericana fue colonizada. Los españoles se movieron hacia el norte, por el Chaco, para fundar Santa Cruz en la actual Bolivia; hacia el este para ocupar el resto de Paraguay actual; y hacia el sur a lo largo del río Paraná para refundar Buenos Aires en 1580. Ya antes había sido abandonado por sus defensores para poder cobijarse en Asunción en 1541. Desde Asunción han partido varias expediciones más para fundar fortines que hoy día son grandes ciudades sudamericanas lo cual le valió a Asunción el apodo de "Madre de Ciudades" que aún llena de orgullo a los asuncenos.

 La Hora del Supremo
  
 Francia, descrito por un historiador como "el frágil hombre vestido con chaqueta negra", admiró y emuló los elementos más radicales de la Revolución Francesa. Aunque él gustaba de reflejarse en el líder jacobino Maximiliano de Robespierre (1758-94), las políticas e ideales de Francia quizás se aproximaron más estrechamente a François-Noël Babeuf, un francés utópico quién quiso abolir la propiedad privada y comunalizar la tierra como preludio de una "república de iguales". Francia detestaba la cultura política del antiguo régimen y se consideraba un "revolucionario". En el apogeo de su dictadura, cuando Francia se paseaba en las calles de Asunción, los transeúntes se tenían que parar y le debían dar la espalda y quitarse el sombrero como medida de seguridad. De esa manera muy pocos contemporáneos lograron ver la cara del Supremo.


En su esencia, el gobierno del Karaí Guazú ("Gran Señor" en guaraní como Francia era llamado por los pobres e indios) era una dictadura que destruyó sin piedad el poder de la elite y avasalló los intereses de los paraguayos comunes. Instaló un sistema de espionaje interior que destruyó la libre expresión. Se arrestaron personas sin cargo alguno y fueron desaparecidas sin más trámites. Había una tortura terrible llamada "Cámara de la Verdad" que se aplicaba a aquellos sospechosos de intrigar contra Francia. El Karaí Guazú enviaba a los prisioneros políticos, usualmente unos 400 por año, a un campamento de detención donde se les colocaban grilletes en calabozos, ni un mínimo de cuidado médico tuvieron e incluso el uso de medios sanitarios les era prohibido. En un acto indirecto de venganza contra la gente que lo había discriminado por su supuesta "sangre impura", Francia prohibió a los europeos de casarse con otros europeos obligando así a la elite escoger como cónyuges entre la población local. Francia selló herméticamente las fronteras de Paraguay al mundo externo y ejecutó a cualquiera que intentara abandonar el país, lo cual era raro en efecto. Los extranjeros que lograron entrar al Paraguay se resignaban a permanecer allí para el resto de sus vidas. El comercio paraguayo declinó hasta casi desaparecer. Ese declive arruinó a los exportadores de yerba mate y tabaco. Estas medidas afectaron duramente a los miembros de la antigua clase gobernante española y sus descendientes, a altos jerarcas de la Iglesia, oficiales militares, comerciantes y grandes hacendados.


Cuatro años después un congreso paraguayo nombró como dictador a Francia de por vida con el título del "Supremo Dictador" en 1820. El sistema de seguridad de Francia descubrió y aplastó raudamente una facción de la elite que iba a asesinar al Supremo. Francia arrestó a casi 200 ciudadanos prominentes y ejecutó a la mayoría. Entre ellos estaban los próceres de la independencia Yegros quien fue ajusticiado el 17 de julio de 1820 y Pedro Juan Caballero quien prefirió suicidarse antes del tormento.


En 1821 Francia sorprendió de vuelta y convocó a todos los aproximadamente 300 españoles residentes en Paraguay a la plaza mayor de Asunción donde los acusó de traición, los arrestó prontamente y los encarceló por 18 meses. Francia finalmente los soltó después de que aceptaron pagar una enorme indemnización colectiva de 150.000 pesos (cerca del 75% del presupuesto estatal anual), una cantidad tan grande que rompió su predominio en la economía paraguaya.


Uno de los blancos especiales de Francia era la Iglesia Católica Romana. La Iglesia había proporcionado apoyo ideológico a la idea española sobre la doctrina del "derecho divino de reyes" y inculcando a las masas indias con un fatalismo resignado sobre su estado social y las perspectivas económicas. Francia prohibió ordenes religiosas, cerrando en el país los seminarios, secularizó a los monjes y sacerdotes obligándoles a que juraran lealtad al estado, abolió el fuero eclesiástico, confiscó toda propiedad de la Iglesia y subordinó las finanzas de la Iglesia bajo control estatal.


La chusma se benefició directamente de la represión de las elites tradicionales y la expansión del estado. El estado se adjudicó las tierras de la elite y la iglesia y se las arrendó a los pobres. Aproximadamente unas 875 familias tuvieron por hogar a las tierras de seminarios clausurados. Las multas y confiscaciones decretadas contra los criollos ayudaron a reducir impuestos para los demás. Como resultado, los ataques de Francia contra la elite y sus políticas socialistas estatales provocaron muy poca resistencia popular. Las multas, expropiaciones y confiscaciones de propiedad de extranjeros permitieron que el estado se transforme en el hacendado más grande de la nación y pasó a operar 45 grandes granjas en el futuro. Administradas por personal del ejército, las granjas tuvieron tanto éxito que los animales que sobraron fueron regalados a los campesinos.


 En contraste con otros estados regionales, Paraguay era eficaz y honestamente administrado, estable y afianzado (cuyo ejército creció hasta tener 1.800 efectivos). El crimen continuó existiendo durante la dictadura pero trataron a los delincuentes con indulgencia. Por ejemplo, a los asesinos los ponían a trabajar en obras públicas. El asilo concedido a los refugiados políticos de otros países se volvió tradición paraguaya. Tal fue el caso de José Gervasio Artigas, máximo prócer uruguayo quien pese a sus encontronazos con Francia y su mala opinión sobre el paraguayo halló refugio seguro y decente en el Paraguay donde falleció en paz. Un hombre sumamente frugal y honrado, Francia dejó por lo menos el doble de su valor a la tesorería estatal que cuando subió al poder e incluía 36.500 pesos de su sueldo no gastado o acumulado en varios años.


El estado además desarrolló industrias nativas de construcción naval y textil, impulsó un sector agrícola centralmente planeado y administrado que se diversificó aún más y más productivo que el anterior monocultivo de exportación. Estos desarrollos apoyaron a la política de Francia en la persecución de la autarquía económica.


Pero el mayor logro de Francia, la preservación de la independencia paraguaya, fue resultado directo de una política no intervencionista en el extranjero. Deduciendo que la Argentina era una amenaza potencial para el Paraguay, cambió la política extranjera hacia el Brasil reconociéndole su independencia rápidamente en 1821. Esta actitud, sin embargo, no derivó en favores especiales para los brasileños de parte de Francia que también estaba bajo buenos pero limitados términos con Juan Manuel de Rosas, el dictador porteño. Francia previno una probable guerra con los vecinos argentinos al mismo tiempo cimentó su papel como dictador rechazando a los enemigos interiores de los porteños rosistas. A pesar de sus políticas aislacionistas, Francia dirigió un provechoso pero muy vigilado comercio de importación - exportación entre ambos países para obtener productos extranjeros, especialmente armas. Una política extranjera más activista que la implementada por Francia probablemente habría convertido al Paraguay en un trágico campo de batalla en medio del remolino de revoluciones y guerras que barrieron a la Argentina, al Uruguay y al Brasil durante las décadas que siguieron a la independencia.
A Francia se le debe el hecho de madurar una genuina nacionalidad paraguaya en medio de un aislamiento logrando muy importantes diferencias étnica, lingüística y socialmente con sus vecinos utilizando fronteras naturales bastante difíciles de atravesar. El Supremo era muy inteligente al realizar suertes de alianzas con los indios salvajes y nómades que vivían en el Chaco en vez de tratar de exterminarlos como tal lo hacían los vecinos del Paraguay para tenerlos tranquilos en el país y a la vez usarlos como contención intimidatoria de intrusos no deseados.


Todos estos desarrollos políticos y económicos pusieron al Paraguay en el camino de lograr el status de nación independiente gracias a la ciega obediencia popular a los deseos del Supremo. Él controló personalmente cada aspecto de vida pública paraguaya y ninguna decisión al nivel estatal, no importa cuán pequeña sea, podía hacerse sin su aprobación. Todos los logros de Paraguay durante este periodo incluyendo su existencia como nación eran casi atribuibles completamente a Francia. La gente común veía estos logros como regalos del Karaí Guazú pero con estos regalos vinieron aparejadas la pasividad política y la candidez pública entre la mayoría de los paraguayos. 


 La Familia López
  
  La confusión ganó lugar en el país cuando aconteció la muerte de Gaspar Rodríguez de Francia el 20 de septiembre de 1840, porque el Supremo devenido en "El Difunto" no había dejado sucesor alguno. Tan odiado que era por la Iglesia que ningún cura quiso oficiar misa de reposo y la debió realizar un sacerdote cordobés. Días después, manos vengativas hicieron desaparecer sus restos en las aguas del río Paraguay.


Después de unos días, una junta militar surgió y derrocó al ayudante del Difunto, Policarpo Patiño quien pretendió hacerse Supremo, acto seguido liberó a algunos prisioneros políticos pero demostró ser ineficaz para gobernar. El 22 de enero de 1841, la junta fue derrocada por otros militares. Otro golpe siguió dieciséis días después y el caos continuó hasta el 12 de marzo de 1841 que un congreso escogió a Carlos Antonio López como primer cónsul. En 1844 otro congreso lo nombró como presidente de la República, cargo que sostuvo hasta su muerte en 1862. Paraguay ya tenía su segundo dictador.

Don Carlos Antonio López, abogado, era uno de los hombres más educados en el país. Hasta su consagración como cónsul, López, nacido en 1787, había vivido en una relativa oscuridad. Aunque el gobierno de López era similar al sistema del Difunto, su apariencia y las políticas eran bastante diferentes. En contraste con el Karaí Guazú que era delgado, López era muy obeso, un "gran mar de carne humana", como tal lo describió alguien conocido suyo. Don López era un dictador que quiso fundar una dinastía y administrar el Paraguay como un feudo personal. Francia se consideraba el primer ciudadano de un estado revolucionario, en cambio que López utilizó al todopoderoso estado legado por el proverbialmente honrado Francia  para enriquecerse a él mismo y a su familia.


López se convirtió en el hacendado y ranchero del ganado más grande del país y amansó una fortuna que se aumentó gracias al monopolio del estado sobre el comercio de la yerba mate. A pesar de su inconmensurable codicia, Paraguay prosperó bajo el Excelentísimo como era conocido Don López. Bajo López, la población de Paraguay aumentó de aproximadamente 220.000 en 1840 a aproximadamente 400.000 en 1860. Se construyeron varias carreteras y un sistema del telégrafo. Una empresa británica empezó a construir un ferrocarril, uno de los primeros en Sudamérica en 1858. Durante su periodo de gobierno, López mejoró la defensa nacional, abolió los remanentes de las reducciones jesuíticas, estimuló el desarrollo económico e intentó fortalecer las relaciones con los países extranjeros. También tomó medidas para reducir la amenaza de las tribus indígenas que aún merodeaban el Chaco. Paraguay también realizó grandes adelantos en educación: cuando López asumió, Asunción tenía tan sólo una escuela primaria. Más de 400 escuelas se construyeron con capacidad para 25.000 estudiantes primarios durante el gobierno del Excelentísimo y además instituyó como estatal a la educación secundaria. Sin embargo los planes de desarrollo educativo de Don López progresaron con dificultad porque Francia había purgado la elite educada incluyendo maestros del país. Don Carlos López de yapa fundó el primer diario nacional: "El Paraguayo Independiente", órgano de defensa de la independencia y soberanía nacional, apareciendo su primer número el 26 de abril de 1845. 


Menos riguroso que Francia, López alivió las restricciones en materia de comunicación con los extranjeros, propulsó exportaciones, invitó a médicos extranjeros, ingenieros e inversores a establecerse en su país y pagó por los estudios de estudiantes paraguayos en el extranjero. Él también envió a su hijo Francisco Solano a Europa con el objetivo de comprar armas además de instruirse. 


Como Francia, López tenía el excluyente objetivo de defender y conservar el Paraguay. Lanzó las reformas con esta meta siempre en mente. El comercio fue liberado y de ese modo aumentaron los ingresos estatales. Los expertos extranjeros ayudaron a implantar una fábrica metalúrgica y un arsenal grande. El nuevo ferrocarril sería usado para transportar tropas. López empleó la diplomacia para proteger intereses paraguayos en el extranjero. Pese a su clara liberalidad, el Excelentísimo era un dictador que mantenía a los paraguayos bajo una férrea mano. No les permitió a los paraguayos ningún tipo de oposición como en la época de Francia. El congreso fue su fiel títere y las personas tuvieron que olvidarse de sus derechos políticos. Así que en la constitución de 1844 se dejó todo el poder en las manos de López.


Bajo López, el Paraguay empezó a plantear la cuestión de la esclavitud que había existido desde los días coloniales. Los colonos tenían unos esclavos para trabajar como sirvientes domésticos pero eran generalmente indulgentes con ellos. Pero las condiciones empeoraron después de 1700 con la importación de unos 50.000 esclavos africanos  a ser usados como obreros agrícolas. Bajo Francia, el estado adquirió aproximadamente 1.000 esclavos cuando confiscó propiedades elitistas. López no liberó a estos esclavos, en cambio promulgó la ley del Útero Libre en 1842 que acabó con el comercio esclavista y garantizó que los hijos de esclavos serían libres a partir de los 25 años de edad. Pero esa nueva ley sólo ocasionó que aumentara la población esclava y bajar los precios de venta de esclavos al mismo tiempo que subió la natalidad de esclavos.


Las relaciones extranjeras empezaron a incrementar en importancia bajo López quien aún mantenía la tradicional desconfianza acerca de las intenciones de los estados vecinos ya que se extrañaba la destreza diplomática de Francia. En un principio, López temió un ataque de parte del dictador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas. Con estímulo brasileño, López abandonó la política de neutralidad impuesta por Francia y empezó a entrometerse en la caótica política argentina. Usando el eslogan "Independencia o Muerte", López declaró la guerra contra Rosas en 1845 para apoyar una rebelión infructuosa en la provincia argentina de Corrientes. Aunque las maniobras militares de Inglaterra y Francia impidieron devolver el ataque contra Paraguay, Rosas estableció un embargo porteño en perjuicio de los productos paraguayos. En medio de ese engorro, López mandó a un par de diplomáticos al Uruguay en 1846 para una conferencia con potencias extranjeras y se encontró con que ellos le trajeron a su regreso el Himno Nacional escrito por Francisco Acuña de Figueroa, padre del Himno Nacional Uruguayo.
  
Después de la caída de Rosas en 1852, López firmó un tratado con los victoriosos confederados argentinos en el cual se reconoció la independencia de Paraguay aunque los porteños nunca lo ratificaron. En este mismo año, López firmó tratados de amistad, comercio, y navegación con Francia y los Estados Unidos. No obstante, las crecientes tensiones con varios países, incluyendo los Estados Unidos, plagaron la segunda mitad del gobierno. Una vez los Estados Unidos enviaron una flotilla a las aguas paraguayas en una exitosa acción para exigir una compensación por un marinero americano que había sido muerto tres años atrás, en 1858.


Aunque él mantenía su desconfianza por los extranjeros como una insignia de lealtad a la nación, López no era tan cauto como aparentaba. López abandonó imprudentemente las importantes políticas de Francia sobre la neutralidad sin hacer antes duras opciones para los demás y contraer compromisos no lesivos para la soberanía nacional. Permitió que aparecieran controversias y disputas limítrofes con el Brasil y la Argentina. Los dos gigantes regionales habían tolerado la independencia paraguaya en parte porque el Paraguay sirvió para verificar las tendencias expansionistas de cada uno. Ambas potencias estaban conformes si el otro no podía dominar en los asuntos paraguayos. Pero al mismo tiempo un Paraguay que era antagónico a ambos países daría una razón a Brasil y a Argentina para unirse en contra del Paraguay.

Francisco Solano López.

Nacido en 1826, Francisco Solano López fue el segundo y último gobernante de la dinastía López. Tuvo una niñez acomodada lo cual prueba que su padre lo nombró único heredero de su mando y le dio las jinetas de brigadier general a la pasmosa edad de dieciocho años. Era un mujeriego insaciable y abundaban las historias de excesos crueles que cometía cuando una mujer tenía el valor para desairarlo. Su viaje a Europa en 1853 para comprar armas fue indudablemente la experiencia más importante de su vida; su estancia en París fue el punto de inflexión suyo. Allí, Solano López admiró las pompas y el charme del Imperio de Napoleón III.


Ahí se enamoró de una irlandesa llamada Elisa Alicia Lynch  a quien hizo su señora pese a que jamás se han casado. "La Lynch", como se la conoció en el Paraguay, era una voluntariosa, encantadora, ingeniosa e inteligente mujer quien se transformó en alguien de enorme influencia en Paraguay debido a su relación con Solano López.


  Elisa Alicia Lynch

 Los modales parisinos de la Lynch marcaron una tendencia en la capital paraguaya y rápidamente ella se hizo de enemigos asimismo como de amigos. Madame Lynch le dio a Solano López cinco hijos. Se transformó en la hacendada más importante del país cuando Solano López le transfirió buenas partes del Paraguay y porciones de Brasil a su nombre durante la guerra pero no retuvo nada cuando la guerra terminó. Madame Lynch misma con abundantes lágrimas y desconsuelo infinito enterró a Solano López con sus propias manos después de la última batalla en 1870 y murió en la más espantosa miseria algunos años después en Europa.


 La República Postrada
  
  Malherido por la guerra, la pestilencia, una terrible hambruna, una espantosa reducción de la población (el país había perdido el 75 por ciento de su población) y las nunca pagadas indemnizaciones por parte de los aliados, el Paraguay estuvo al borde de la desaparición en 1870. Pero su tierra fecunda y el atraso global uniforme nacional probablemente lo ayudaron a sobrevivir. Después de la guerra, el pueblo eminentemente rural de Paraguay continuó subsistiendo como lo había hecho durante siglos y había desarrollado una existencia magra en el interior bajo condiciones difíciles e inimaginables. La sobrepoblación femenina ocasionó que hubiera un informal sistema basado en el matriarcado tendiente hacia una poligamia que permitió capear en unas décadas esos baches demográficos. La ocupación aliada de Asunción en 1869 otorgó a los vencedores el manejo directo de los asuntos locales. Mientras Bolivia empezó a reclamar insidiosamente sobre sus oscuras pretensiones sobre el Chaco entero, la Argentina y el Brasil se fagocitaron buenos pedazos del territorio paraguayo (alrededor de 154.000 kilómetros cuadrados). Así se les fueron a los guaraníes las actuales provincias argentinas de Formosa y Misiones en forma casi integra y una buena parte del actual estado brasileño de Matto Grosso do Sul. Las Cataratas de Iguazú muy famosas en el mundo, antaño eran, en parte, paraguayas, ahora son compartidas por los colosos sudamericanos para provecho suyo (léase divisas en turismo). Asunción, otrora ciudad rodeada por territorio nacional soberano, comparte ahora con Buenos Aires la curiosidad de ser ciudades fronterizas a la vez que son capitales de sus países. 


Brasil sufrió la peor parte de la lucha: con más o menos 150.000 muertos y 65.000 heridos, gastó un aproximado de 200 millones de dólares actuales en la guerra y sus tropas eran el mayor ejército de ocupación en el país, era lógico que Río de Janeiro hiciera sombra a Buenos Aires en el manejo de asuntos de Asunción. Las ruidosas diferencias entre las dos potencias prolongaron la ocupación hasta el año 1876. El control de la economía paraguaya pasó raudamente a las manos de los especuladores extranjeros y aventureros que se precipitaron a tomar ventaja del caos desenfrenado y descontrolable corrupción. 


El vacío interior de la política nacional fue llenado al principio por sobrevivientes de la Legión Paraguaya. Este grupo de desterrados, localizado en Buenos Aires, consideraba al difunto mariscal López como un peligroso dictador y había apoyado las acciones de los aliados durante la guerra. Esa agrupación formó una suerte de gobierno provisional en 1869 con el guiño brasileño y firmó los acuerdos de las paces de 1870 que garantizaron la independencia de Paraguay y la libre navegación fluvial. También se promulgó una constitución en este mismo año, pero era ineficaz debido al origen extranjero de sus principios democráticos y liberales. Después de que el último soldado aliado había abandonado el país en 1876 una victoria diplomática que desestimó las pretensiones argentinas sobre el área entre el río Verde y el río Pilcomayo fallada por una comisión encabezada por Rutherford B. Hayes, presidente norteamericano; la era de política por partidos en Paraguay comenzó definitivamente. Pero la evacuación de fuerzas extranjeras no significó el fin de las influencias extranjeras. El Brasil y la Argentina permanecieron (y aún permanecen hasta el día de hoy) profundamente involucrados en el Paraguay gracias a sus conexiones con las fuerzas políticas más importantes. Estas fuerzas llegaron a ser conocidas como el coloradismo y el liberalismo en un futuro corto.


Entre tantas vicisitudes hubo margen para la educación del país. De la mano de Benjamín Aceval se fundó en 1877 el Colegio Nacional de la Capital. Con los primeros egresados en 1882 se fundó la Escuela de Derecho. Con la presencia del ex presidente argentino Domingo Sarmiento, eximio docente sudamericano entre 1887 y 1888 (año de su muerte en Asunción) se impuso la creación de la Ley de Educación Común y varios organismos de supervisión de la educación.



Texto Victor E. Baruja R. y  Ruy G. Pinto in http://narraciones.tripod.com/paraguay/ (editado e adaptado para ser postado por Leopoldo Costa)

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