11.20.2012
EL TOREO : SIMBOLO DE LIBERTAD DE EXPRESIÓN
El toreo y su historia siempre han sido un símbolo de unión de España. De este país y de todos los territorios donde existe la cultura del toro. A lo largo de los años, los profesionales taurinos, desde los toreros y ganaderos hasta las entidades de aficionados han realizado una gran diversidad de obras a beneficio de la Fiesta. Y también a favor de organizaciones, entidades e incluso de individuos.
El mundo del toro ha estado a disposición de España, de lo que ha pedido nuestro país en cada momento. Y de todas esas obras realizadas, el principal artífice de las mismas ha sido siempre el toro, el emblema que ha ejercido y ejerce de unión humana entre todos aquellos que quieran disfrutar del espectáculo taurino.
La tauromaquia es la expresión más sincera que existe. Mueve a las masas sin haber nunca dentro de ellas un perdedor; pues en toda manifestación taurina, en su punto álgido, el ganador siempre es el toro. Y además del vencedor, está el torero, aquel que junto a su oponente vive creando o muere creando. Independientemente de su nacionalidad, raza, ideología, aparece una expresión de sentimientos, de amor, que recibe el espectador de una actuación libre, como es la de cada profesional en la historia. Libre porque la tauromaquia siempre ha sido y es símbolo de libertad de expresión. No hay en la historia otro espectáculo de masas que sea tan creativo como lo es una corrida, una tarde de toros o una faena concreta.
En todo el territorio español, se palpa, se siente y se vive ese sentido que transmite el toro bravo y que tenemos todos dentro, todos los que vivimos en estas tierras. Si analizamos la historia, vemos los diferentes complejos que han transmitido, a través de la política, para con la Fiesta. Y aunque algunos se dejen llevar por esas ideologías, los toros no entienden de complejos ni de colores.
Algunos no quieren reconocer el espíritu del toro, esa forma de ser y de sentir que nos caracteriza como españoles, que llevamos dentro por el simple hecho de haber nacido en tierra de toros. Pero aquellos que no nos dejamos influir por los obstáculos de la sociedad, que los ignoramos, aquellos que nos hemos dejado llevar por los valores unificadores de la Fiesta, nos hemos aferrado con ahínco a la sinceridad que expresa el toro de lidia, históricamente único. Es más, muchos extranjeros reconocen el toro y su cultura, lo que transmite la Fiesta dentro y fuera de nuestro país. Asimismo, debemos reconocer la existencia de profesiones relacionadas con el mundo del toro y que, incluso, están viviendo de él; como pueden ser los veterinarios, artistas que se dedican a la pintura taurina o la literatura de temática taurómaca.
Pero sean de la disciplina que sean, el protagonista es el toro. Un animal que no encuentra fl ojedad, sino siempre deja aflorar su fondo de fuerza, deja que se expresen con él y demuestra verdad. La verdad de la Fiesta.
Una Fiesta en la que el toro y su mundo, su afición, no somos personas exaltadas. Los aficionados se caracterizan por el temple. Tenemos mucho temple. Un sentimiento propio de la liturgia, pero también de la afición taurina, una cualidad propia del toro y que se extrapola al comportamiento humano; pues, aunque a veces no convenza lo que se ve en el ruedo, a pesar de que a un espectador no le guste lo que ve o no esté de acuerdo en la obra que está presenciando, el aficionado se manifiesta demostrando su saber estar: su temple. Demuestra su forma de ser como aficionado: muestra respeto y, de nuevo, temple. Una cualidad que es el símbolo del toro y de la cultura española. Por tanto, la tauromaquia transmite unos valores que llegan a la sociedad. Unos valores que permanecen, son innatos y se contagian, como el respeto del mundo taurino hacia los demás sectores y las demás disciplinas que posee la sociedad.
Esas actitudes que se aprecian en una plaza de toros y entre los aficionados demuestran también inteligencia. Y quien sabe usar esa capacidad delante del toro es a quien más premio se le concede. Esa cualidad intelectual va unida a una serie de sentimientos que surgen en la cara de las reses y cuando se está creando esa obra, llega esa sensación de escalofrío que da la profesión. Una sensación única y efímera que es posible gracias a las cualidades del toro y a las del torero. Una composición en la que diestros de manifestaciones diferentes y toros de varios comportamientos pueden poner de acuerdo a miles de personas que no tienen por qué pensar igual. Aficionados, asistentes a la plaza que no tienen por qué seguir las mismas líneas ideológicas ni las mismas formas de vida. El público capta lo vivido y lo agradece. El toro pone a cada uno en el sitio que se ha ganado, el que le corresponde, y une. Es un símbolo de unión que debemos conocer, su forma de ser, de actuar y saber por qué se le exige bravura y por qué se cría en unos lugares concretos y con qué finalidad.
El toro es el que manda, une y decide cuál es el lugar de cada uno. Una capacidad que posee este animal por su bravura, por su cualidad única de toro de lidia que no encontramos en ningún otro animal ni en ningún otro bovino. Un ser tan diferente y tan único, que muestra sus defectos y sus virtudes ante un público que exige las evoluciones de la Fiesta, guiándola hacia dónde debe ir y qué camino debe elegir. Por ello, olé por el público de los toros, que no posee ningún color ni partido, sólo tiene dentro este símbolo tan propio del toro.
Por S. Martín, «El Viti» Matador de toros , publicado en "La Razón" Madrid, 18 de Noviembre de 2012. Adaptado y ilustrado por Leopoldo Costa para ese sitio.
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