10.27.2018

SATANÁS, VIDA Y OBRAS



La desconocida historia del mayor enemigo de Dios

Lucifer, Satanás, el Príncipe de las Tinieblas... La maldad suprema se ha encarnado en bestias y seres diabólicos que han servido para explicar el origen del Mal a través de culturas y religiones. Seguimos los pasos del ángel caído que desafio al mismo Dios.

El ano 1692 fue especialmente catastrófico para las colonias de Nueva Inglaterra, en la costa este de los Estados Unidos. Impuestos elevados, duro invierno, los piratas atacaban a los comerciantes y la viruela causaba grandes estragos. Para los hombres y las mujeres educados en el estrecho y rígido mundo puritano de Nueva Inglaterra, las desgracias de ese ano eran debidas al Demonio. En este mundo, concretamente en un pueblecito de Massachusetts llamado Salem, el Diablo estaba haciendo de las suyas.

Acusaciones de brujería y caza de demonios

Todo comenzó cuando un grupo de jovencitas se reunia para escuchar las fantásticas historias de las Índias Occidentales que les contaba Tituba, la esclava del reverendo Samuel Parris. Sus relatos impresionaron a las más jóvenes del grupo: la hija del reverendo, Elisabeth, de nueve anos, y su sobrina, Abigail Williams, de once. Las niñas empezaron a sufrir ataques con sollozos y convulsiones. Ambas desafiaron el mundo de los adultos con su actitud desobediente y anárquica, llegando a unos extremos inimaginables para la mente de un severo reverendo. Sus ataques histéricos sirvieron de inspiración a las chicas de más edad. Ann Putnam, Elisabeth Hubbard, Mary Walcott, Mary Wairen, Elisabeth Proctor, Mercy Lewis, Susan Sheldon y Elisabeth Booth fueron “las ocho perras brujas”, como las definiría un acusado durante el juicio en el que la travesura se convirtió en brujería. Las chicas dijeron que unos espectros las atormentaban. En primer lugar, las jóvenes convirtieron en chivos expiatórios a las personas que más antipatia despertaban en la comunidad. Después, la acusación se exlendió a cualquier ciudadano; ya nadie estaba a salvo. Los jueces estaban convencidos de la acción del Demonio, y utilizaron a las chicas como acusadoras: a quien ellas señalaban como brujo, le acusaban. Sorprendentemente, no se ahorcó a ningún brujo confeso, sólo se ajustició a quien lo negaba. Aquel ano se procesó a 31 personas y todas fueron condenadas a muerte. De ellas, 19 fueron ahorcadas, dos murieron en prisión, una fue muerta por aplastamiento, dos mujeres lograron posponer la ejecución alegando estar embarazadas y al final consiguieron el indulto. Otra escapó de la cárcel, cinco confesaron y salvaron su vida y la pobre esclava Tituba fue encarcelada indefinidamente sin juicio. Una de las perras brujas y principal instigadora, Ann Putnam, confesó la farsa catorce anos más tarde: "Todo cuanto hice fue sin querer, engañada por Satanás". Siempre viene bien para echarle la culpa.

La idea del Maligno pone en jaque al Todopoderoso

Para los cristianos, el Diablo es la personificación del Mal  Supremo, el enemigo de Dios. Ninguna otra religión posee algo parecido, un ser que represente la causa última del mal. Y este es el problema al que lleva enfrentándose la teologia desde hace siglos. Si Dios es el creador de todo, también ha tenido que crear al Diablo. Algo paradójico, por mucho que se trate de eludir usando "los más sutiles artifícios sofísticos", como decía Herbert Haag, uno de los teólogos más perspicaces en cuestiones demoníacas de la segunda mitad del siglo XX.

El ejemplo reciente más claro lo da José Antonio Fortea, arcipreste de Alcalá de Henares desde 2001 y famoso especialista en demonología y exorcismo, que defiende la postura de los teólogos dogmáticos católicos: "Los ángeles debían pasar una prueba en la que demostrarían su amor a Dios”. Por supuesto, fallaron y se rebelaron y, cómo no, al final hubo la clásica batalla entre buenos y malos. Según Fortea, "fue una batalla intelectual", porque es evidente que los ángeles son espíritus y no pueden blandir espadas ni lanzar bombas atômicas. Los buenos argumentaban a favor de la fidelidad a Dios y los malos defendían la rebelión. Esta conversación de miles de millones de ángeles se saldó con bajas de un lado y otro. Una vez que cada ángel decidió su bando, la partida quedó en tablas.

Otra pregunta de los teólogos es por qué Dios no aniquila al Diablo. Nuestro exorcista pátrio nos rebela el gusto del Todopoderoso por los juegos de guerra. "Ha dispuesto permitir que haya una guerra entre el bien y el mal para que los hombres puedan decidirse por un camiño o por otro. Además, no se puede negar que los demonios le vengan bien a largo plazo, pues cuando no haya hombres sobre la tierra a los que tentar, la existência de los demonios será una manifestación de la gloria de Dios”.

Es una criatura de Dios o su homólogo malvado?

Pero cuál fue, en definitiva, el pecado del Demonio? Tomás de Aquino sentó cátedra: la soberbia, la pretensión de ser igual a Dios. Este acuerdo entre los teólogos dogmáticos se rompe a la hora de evaluar cuántos ángeles cayeron en sus redes, aunque la mayoría sustenta que fueron pocos. Para los católicos, el Diablo ha ejercido una influencia determinante sobre el curso de la historia humana, que terminará el dia del Juicio Final con la derrota de Satán y sus adláteres. Esto ocurrirá durante una lucha parecida al Ragnarök de la mitologia nórdica. Todos los detalles de la famosa batalla final -quién morirá, quién será herido y quién ganará- están decididos de antemano.

"El hombre no tiene más opciones, o se somete a Dios o se somete al Diablo”, escribía el teólogo Michael Schmaus en su Dogmática. No es esto una muestra del dualismo negado por el catolicismo? Entre los evangélicos, la pirueta lógica para justificar su existência es aún más enreque Dios, infinitamente bueno y misericordioso, haya creado al Diablo. Qué opción les queda? Dejemos hablar a una de las personas que más ha influído en la teologia evangélica de mediados del siglo XX, Karl Barth: "Dios es, en su presciencia, senor y causa del ser y también senor -pero no causa- del no ser”. Ahí es donde encaja el Diablo: ha sido querido pero no creado por Él. Surge de la nada, del no ser que Dios dejó a un lado en la creación. Sin embargo, para el gran teólogo de la primera mitad del siglo XX, Rudolf Bultzmann, que se esforzó en limpiar la figura de Jesús de todo contenido teológico para descubrir al verdadero hombre, el Diablo, los ángeles y los demonios no son más que una figura mítica: "El pecado es asunto exclusivo del hombre, no ha sido causado por el Diablo".

El ser humano se pregunta por el origen de la desgracia

La tercera forma de solucionar el problema es dejarlo sin resover. "Se busca refugio en la mística oscuridad se habla del insondable misterio del mal", dice Haag. De eso ya hay antecedentes, como la Santísima Trinidad, el misterio de misterios que tanto preocupó a San Agustín por el evidente politeísmo que implica. Diagamos que la teología moderna, incapaz de dar una respuesta coherente al problema, ha aparcado a Satán en un rincón oscuro.

Explicar la presencia del mal en el mundo es una meta tan antigua como la propia humanidad. Enfermedades, desgracias personales o catástrofes naturales siempre han sido causadas por espíritus que podríamos catalogar de crueles y malvados, pero ninguno ha sido elevado a la categoria de encarnación del mal puro. Las religiones griega y romana no conocían al Diablo, entre los 400 dioses celtas no había sitio para el maligno, lo mismo que en las religiones africanas no influídas por los misioneros o en los indios de América del Norte. Ni siquiera en el sintoísmo, el budismo o el taoísmo.

En el judaísmo la situación es peculiar. En los libros sagrados hebreos Satán nunca aparece como líder de un Império del Mal que ha declarado la guerra a Dios y a la humanidad. De hecho, aparece mencionado pocas veces. En todo el Antiguo Testamento -heredero de las Sagradas Escrituras judias- la palabra Satán aparece 18 veces frente a las 35 del Nuevo Testamento, que además es mucho más breve en extensión. Se le menciona por primera vez en una visión de Zacarias, pero en un sentido totalmente profano, ya que Satán, en hebreo, significa 'adversário'. Este término se repite en diferentes lugares con la acepción de "enemigo humano", como cuando Salomón declaró que podia construir el templo que llevaria su nombre, ya que había paz en sus fronteras y no tenía ningún "Satán” en perspectiva. También se le da a quien se opone a la voluntad y el poder de Dios; así llamó Jesús a Pedro porque quiso impedir su pasión. Aún más, entre la corte de servidores angelicales de Dios existe la figura del Satán, que en los juicios divinos hace de fiscal y se coloca a la derecha del acusado.

No se trata, por tanto, de un nombre propio, sino de un título. Su función se vislumbra claramente en el Libro de Job, donde se le cita, no como el opuesto a Yahvé, sino como un servidor obediente. Es quien se dedica a atormentar al paciente Job por orden expresa de Dios, pues entre sus tareas está detectar las malas acciones de los hombres e informar de ellas. Eso si, se alegra por el mal ajeno.

En el Antiguo Testamento, Satán es un segundón

En definitiva, el futuro enemigo público número uno de Yahvé era en realidad un simple vasallo, el instrumento del que se sirvió Dios para someter a un hombre, Job, a las más incomprensibles y terribles pruebas contadas en la Biblia. Y el pobre sabia que era Yahvé el autor de sus sufrimientos. Para el autor del Libro de Job, Satán es un mero figurante. No sólo eso. En el Antiguo Testamento es el hombre quien peca por propia decisión y, para sorpresa de los católicos, no es el Diablo quien incita al pecado, sino el propio Yahvé: induce a David a realizar un censo y así cometer una falta gravísima, endurece el corazón del faraón para que no deje salir a los israelitas de Egipto, envia un mal espíritu al corazón de Saúl, primer rey de Israel, para que intente matar a David, su sucesor... Si hay algún sitio donde Satán es un anodino comparsa ese es el Antiguo Testamento.

Pero a partir de 300 a.C„ con la irrupción del helenismo, los demonios cobraron importancia. Por aquel entonces todo el mundo queria conocer su origen y empezaron a aparecer numerosas fábulas que giraban en torno al pecado y la caída de los ángeles. Existia la imperiosa necesidad de descargar a Dios de toda responsabilidad por las acciones malas de los hombres. Pero fue la comunidad esenia de Qumrán la que mostro de manera más acusada el dualismo entre el bien y el mal.

Identificaron a Belial como exponente del mal. Es Belial quien corrompe a la humanidad en un ejemplo de dualismo ético rampante que queda reflejado en todo su esplendor en la regia de la comunidad: Belial trata de seducir a los hombres, y Dios y su ángel Miguel les ayudan a no sucumbir.

En el libro extracanónico 'Vida de Adán y Eva' encontramos el intento más popular para explicar la caída de un príncipe de los ángeles. Datado hacia el siglo I a. C., cuenta lo sucedido tras la expulsión del Paraíso. Satán le hace saber a Adán que él ha sido el culpable y promotor de esa caída. Hecho a imagen y semejanza de Dios, Adán iba a ser más glorioso que los propios ángeles. Por este motivo, Dios les pidió que lo veneraran. Miguel y los suyos obedecieron, pero Satán y sus partidários se negaron y fueron expulsados del cielo. Como el Maligno, lleno de envidia y rabia, no podia vivir viendo feliz a Adán en el Paraíso, le indujo a desobedecer a Dios, a engañar a la mujer y compartir así su destino. Como podemos imaginar, esta leyenda permitió a la teologia cristiana establecer una conexión entre el diablo y el pecado original. De igual modo, esta fábula la recoge el Corán para explicar el origen de su gran demonio, Iblis.

Un ángel altivo que se quiso comparar con Dios

Pero el giro más interesante a la historia del Diablo dentro del judaísmo lo vemos en el Segundo libro de Enoc. En uno de sus viajes al cielo, este se encontró a los ángeles hechos prisioneros. Satán les había incitado a mantener relaciones sexuales con mujeres, y había tenido la peregrina idea de proclamarse igual a Dios. La consecuencia obvia es que fue arrojado al abismo. Lleno de envidia, embaucó a Eva para que Adán pecara. En esta leyenda del siglo I tenemos en juego dos de los grandes escenarios pecaminosos del cristianismo: el sexo y la soberbia. No es de extrañar que las continuas alusiones al Diablo por parte de los evangelistas y Pablo es tuvieran influídas por el entorno dualista y legendário que los rodeaba. El autor de la 'Carta a los Efesios' - posiblemente un discípulo de Pablo- muestra una influencia innegable de la comunidad de Qumrán.

Cristianos y judios, unidos y separados por las leyendas

Quien sentó las bases de la satanología cristiana fue Juan - mejor dicho, el autor o los autores del Evangelio de Juan, sus cartas y el Apocalipsis-. Y no por la profusión de referencias al Diablo, sino por la claridad de las mismas. Es este evangelista, además, quien lo nombra Señor del Mundo y causante de todas las acciones malas. Pero la llegada del Hijo de Dios quebrantó este dominio diabólico. Curiosamente, una de las más terribles sentencias del Evangelio según San Juan es la afirmación de que los judios son hijos del diablo. Si no tuvieron bastante con ser acusados de deicidio, que el Jesus retratado por Juan les dijera "procedéis del diablo, que es vuestro padre” dio carta blanca a los cristianos para perseguilos, diezmarlos y humillarlos durante siglos.

El enfrentamiento entre el Bien y el Mal, heredado de las leyendas judias que nacieron en el siglo I a.C., ha marcado al cristianismo hasta extremos increíbles. Podemos plantearnos dónde se encuentra entonces la diferencia entre el judaísmo y el cristianismo. Haag lo dice de manera impecable: "El judaísmo jamás ha sucumbido a la tentación de considerar sus leyendas como depósito obligatorio de su fe. El error de elevar las leyendas judias a la categoria de dogma sólo lo ha cometido el cristianismo”.

Una cuestión queda pendiente: De dónde vino este dualismo? La demonología judia bebió profusamente de la visión irania del mundo: Irán es el país clásico del dualismo. Demonios, ángeles y arcángeles nacen en el Irán del 500 a.C. Y si hay que senalar a un culpable, ese es Zaratustra o Zoroastro, un hombre del que se sabe muy poco, pero que cambio el politeísmo imperante en esa región por Ahura Mazda, el señor único. Él es el inventor del monoteísmo. Para no eliminar a los viejos dioses, los convirtió en emanaciones de Ahura Mazda, es decir, los ángeles. Entre ellos, los dos más poderosos son el bueno Spenta Manyu y el maio Angra Manyu. Al principio, ambos eran la cara y la cruz de la moneda, pero al final Angra acabó por convertirse en un antidiós, el enemigo declarado de Ahura Mazda.

El zoroastrismo personifico la luz y la oscuridad

Lo que Zoroastro consiguió con su reforma fue una religión poderosa gracias a una definición trascendente del Bien y del Mal. Sus depositários eran, obviamente, los sacerdotes, que así consolidaron su poder. Eran ellos quienes tenían jurisdicción sobre qué era el mal y, además, podían combatirlo. No es este el precursor ideológico de los exorcistas? Se puede decir más alto pero no más claro: Satanás nació en Irán en el siglo VI a. C. Lo sabrá George Bush?

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ANTICRISTO, LA CUARTA BESTIA

Con la llegada de Jesús no termino la guerra; faltaba el Anticristo, una figura que en la Biblia aparece en la primera carta de Juan, la segunda carta a los Tesalonicenses y, por supuesto, en el Apocalipsis, base de toda la imaginería popular y hollywoodiense.

Para entender su origen debemos remontamos a las ideas del judaísmo sobre el final de los tiempos, cuando se esperaba el ataque definitivo de los paganos contra Yahvé y su pueblo. Así aparece en Ezequiel, en Daniel y en los escritores apocalípticos del siglo II a. C. La obligada referencia cristiana al Anticristo es la famosa cuarta bestia de Daniel, descrita como "Príncipe de los Tiempos Finales”. En realidad, Daniel se referia a Antíoco IV Epifanes (175-164 a. C.), que causó enormes sufrimientos al pueblo judio justo en el momento en que ia creencia en un fin del mundo próximo era muy popular. Ante semejante panorama, Daniel decidió dar esperanzas augurando un final inminente marcado por el fin de los tiempos. Pero la historia no suele ajustarse a los deseos de los hombres de fe, y la visión de Daniel se convirtió en profecia. Aún faltaba por llegar el definitivo enemigo de Dios, el tirano último.

Los primeros cristianos, influídos por la tradición apocalíptica judia, la mezclaron con su propia escatología, según la cual Cristo regresaría en toda su majestad para anunciar el fin del mundo, con su Juicio Final incluído. Las consecuencias no se hicieron esperar: el adversário de Dios se convirtió en el enemigo de Cristo y, una vez que se impuso la creencia de que este era Satán, resultaba obvio que el Anticristo debía ser, sin duda, obra suya.

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EL PROTECTOR DE LOS BRUJOS

El inquisidor Alonso Salazar de Frias marcó un hito crucial en la historia de la brujería española. En 1610, los jueces seculares de Logrono habían decidido lanzar una ofensiva en toda regia contra el Diablo. No les costó localizar víctimas a las que obligaron a confesar y luego quemaron. La Inquisición, poco proclive a que se cuestionara su autoridad en asuntos religiosos, envió a sus hombres que, contagiados por los jueces, descubrieron a más de 280 adultos y muchos niños que adoraban al Diablo.

Las cosas empezaron a cambiar a partir del 22 de mayo de 1611, cuando la Inquisición mandó a Salazar para hacer cumplir un edicto de gracia por el cual los brujos que confesaran se salvarían de la quema. El inquisidor interrogo a 1.802 brujos, de los que 1.384 eran niños entre los 12 y 14 anos.

Su informe de 5.000 folios concluía: “No he encontrado ni un solo indicio del que se pueda deducir que se ha cometido ningún acto de brujería, ni que hayan asistido a aquelarres, ni participado en ellos, ni infligido danos ni ninguna otra cosa. Las pruebas aportadas no son suficientes ni para justificar el encarcelamiento”. Gracias a Salazar, Espana no conoció la horrible represión que se dio en Europa.

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POSESIÓN Y EXORCISMO

Si el Demonio es el enemigo de Dios y el ser humano la más preciada creación divina, estamos expuestos a ser las víctimas en esta batalla espiritual donde ser poseídos es un claro “efecto colateral”. Los problemas teológicos de la posesión diabólica son casi insalvables. La explicación fácil, como la de la web catholic.net, es que la posesión es el castigo a un pecador. Lo raro entonces es que aparezcan casos en niñas y adolescentes de famílias con una profunda fe, como sucedia en la película 'El Exorcista'.

La justificación es que Dios lo permite para santificar a la persona que lo sufre o, como en 'El Exorcismo' de Emily Rose, para demostrar su poder y su gloria. El sadismo divino del Antiguo Testamento, donde Yahvé inflige al ser humano las mayores barbaridades, sigue presente; algo difícil de conciliar con el eslogan católico “Dios es Amor”.

Así es fácil entender que el Diablo prefiera poseer a ultracatólicos, pero es más peliagudo encontrar la causa por la que Satán y sus vasallos tienen una marcada preferencia por las mujeres. Son más pecadoras o a Dios le gusta más santificarias a ellas?

Desde el punto de vista psiquiátrico, creerse poseido por un ser sobrenatural está asociado a enfermedades mentales como la psicosis, el desorden de somatización -histeria- o el trastorno de identidad disociativa -personalidad múltíple—. Curiosamente estas dos últimas enfermedades muestran una prevalência ligeramente superior entre las mujeres, lo que podría explicar que los supuestos casos de posesión afecten más al sexo femenino. Otro dato llamativo es que, al preguntar a la segunda personalidad de quienes sufren trastorno de identidad, casi un 30% de los casos se identifican como demonios.

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DEL CIRCO A LA IGLESIA SATÁNICA

Popularmente, el satanismo se entiende como una serie de rituales y prácticas relacionadas con la magia negra, más que como la posible postura filosófica que se encuentra tras esos rituales. Bajo este epígrafe, uno puede encontrar a contestatarios sociales, personas deseosas de entrar a formar parte de un grupo de desmelene sexual o, simplemente, anticlericales. Quien realmente quiso crear una semirreligión fue el norteamericano Anton Szandor LaVey (1930-1997). Nacido en Chicago, su verdadero nombre era Howard Stanton Levey y trabajó para circos y locales nocturnos hasta que escribió la Biblia Satânica y a mediados de los 60 decidió crear la Iglesia de Satán. Lo más sorprendente de los seguidores de esta teologia es que se definen como ateos anticristianos que no creen ni en Dios ni en el Diablo ni en la vida tras la muerte. Su máxima seria “vive tu vida con plenitud”.

Por lo demás, el satanismo popular de rituales negros, sacrifícios y profanaciones de tumbas tiene bien poco que ver con el Senor del Mal y más con las leyendas urbanas y el submundo del ocultismo más cutre. Prueba de esto es que el Diablo pasa olimpicamente de ellos...

Texto de Miguel Áugel Sabadell en "Muy Interesante", Madrid,  n.321, febrero 2008. pp. 34-39. Digitalizacion, adaptación y ilustración para publicación en ese sitio por Leopoldo Costa.

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