La virginidad no es un concepto médico ni científico. No existe en sí misma: es una construcción social que data de los inicios de la monogamia, el matrimonio, la propiedad privada, el capitalismo y la herencia.
La virginidad es producto de la mercantilización de nuestros cuerpos, y de la doble moral que atraviesa toda nuestra sexualidad. Las personas socializadas como mujeres tenemos miedo de “rompernos” en nuestra primera penetración, miedo de que duela, miedo de que sea horrible. Tenemos la certeza de que no va a estar bueno. ¿Cómo podemos pasar de eso a entender que la sexualidad es un acto de placer? Nos cuesta un montón, y seguro habrá quienes no puedan superarlo. No puedo ni contar la cantidad de veces que en los acompañamientos les pregunto a las personas con vulva si la pasan bien en sus encuentros sexuales, y me dicen “al menos no me duele”, como si con eso fuera suficiente.
En el tiempo que llevo dando mi seminario, he hablado con personas con todo tipo de ideas limitantes respecto a la virginidad: personas que tuvieron sexo anal antes de sexo vaginal, creyendo que de esa manera conservaban su virginidad; personas que tuvieron un primer encuentro sexual con una amiga, y no lo consideraron sexo por no haber penetración. Incluso víctimas de violación o abuso, que creían que ese abuso, (en el que hubo penetración) había sido su primer encuentro sexual, donde habían perdido su virginidad. Fue muy importante recalcar que un abuso o violación de ninguna manera es un “encuentro sexual”: no hay placer, no hay goce, solo hay penetración. ¿Te das cuenta de lo dañino que es creer que un pene es lo que nos saca la cualidad de vírgenes?
“La virginidad fetichiza a las mujeres, pero sobre todo a niñas, porque son puras e inocentes, invisibiliza el sexo de las personas no heterosexuales y también limita y coarta la libertad de las mujeres”, dice la sexóloga Carolina Meloni (18), sexóloga transfeminista y no binaria, de mi equipo de trabajo SESI. “Mientras siga existiendo el concepto de virginidad, las mujeres seguiremos siendo unas putas si tenemos mucho sexo, seguiremos siendo juzgadas cuando “perdamos” la virginidad, siempre será demasiado pronto o demasiado tarde. Los hombres seguirán poseyéndonos como si fuéramos juguetes, seguiremos siendo trofeos; los hombres seguirán haciéndonos “suyas” y nunca seremos completamente nuestras”.
¿DE DÓNDE VIENE LA PALABRA VIRGEN?
La palabra “virginidad”, en su origen tenía un significado muy distinto al que le asignamos hoy. Vírgenes se las llamaba a las antiguas sacerdotisas. En las culturas paganas, las vírgenes eran las mujeres no casadas, “que no pertenecían a ningún varón”, mujeres que eran “una en sí misma”. De hecho, la palabra deriva del latín y significa “fuerza, habilidad, fortaleza”. Con el paso del tiempo se empezó a usar en varones, bajo su sinónimo masculino: viril.
Muchas diosas de distintas culturas asiáticas, griegas y romanas como Ishtar, Dianam Astrate e Isis (diosas del amor, el placer, la luna, la fertilidad y el sexo, o amor sexual) eran llamadas vírgenes, y esto no hacía referencia a la castidad, sino a la independencia sexual. Y muchos (si no todos) los héroes de las culturas del pasado, míticos o históricos, eran nacidos de madres vírgenes: Marduk, Gilgamesh, Buddha, Osiris, Dionisio, Genghis Khan, Jesús...
Cuando los hebreos comenzaron a usar el término, significaba doncella o joven mujer, sin connotaciones de castidad. Pero, después, los traductores cristianos no pudieron concebir la idea de la Virgen María como una mujer independiente sexualmente, y distorsionaron su significado, convirtiéndolo en pureza sexual, castidad, o “nunca tocada”.
Texto de Tati Español en "Tudo Sobre Tu Vulva",Planeta, Buenos Aires, 2021. Digitalizacion, adaptación y ilustración para publicación en ese sitio por Leopoldo Costa.
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