Un Estado dentro de la Corona castellana.
Durante más de cinco siglos, el Honrado Concejo de la Mesta agrupó a los ganaderos de ovejas trashumantes disfrutando de numerosos privilegios y poder fáctico que hicieron de ella todo un estado dentro del Estado.
Mucha gente ha oído hablar de la trashumancia o de las cañadas reales, pero pocas personas conocen lo que fue la Mesta, la organización de ganaderos castellanos que existió desde 1273 hasta 1836 y que en determinados periodos tuvo una fuerza muy determinante, primero en el reino de Castilla y en España después. Fue un gremio, pero sus miembros, en lugar de residir en una sola población, estaban dispersos por todo el reino de Castilla. La historia económica no suele tener grandes seguidores, pero es la base real de la vida diaria.
Curiosamente, quien primero estudio la Mesta fue un extranjero, Julius Klein, americano que en 1914 realizó una profunda tesis doctoral sobre el particular, visitando los archivos españoles entre 1912 y 1914. Fue publicada por la universidad de Harvard en 1920 y en 1936 traducida y publicada en España para conmemorar el centenario de su disolución. A partir de 1943 comenzaron a aparecer estudios críticos o complementarios sobre la obra. Revelan los errores y sensacionalismos de Klein, pero también reconocen su gran labor. Uno de estos estudiosos es Máximo Diago, quien rebate a Klein el que la Mesta sea la responsable del atraso económico de España, como defendía superticialmente el americano creando una especie de leyenda negra sobre ella. También le discute que dejara de existir porque ya no tenía el apoyo de la Corona, puesto que fue un proceso mucho más complejo.
Podemos considerar que su historia comienza tras la victoria cristiana en la batalla de las Navas de Tolosa en 1212, cuando se reconquistaron nuevos territorios en el sur peninsular donde los rebaños podían pastar en invierno. Esas tierras pertenecían en su mayoría a las órdenes militares y cobraban por permitir pastar en ellas, por lo que hadan un buen negocio. Luis Aguierre afirma que ya en el siglo VI había asambleas de pastores para devolverse el ganado extraviado y encontrado por otros. Se dice que Mesta procede de mezcla o del árabe mechta - campamento invernal.
Ya Alfonso VIII, antes de 1214, facilitaba el movimiento de ganados para los eclesiásticos -monasterios y obispados- con derechos de paso y pasto. Alfonso X - a quien se considera como fundador- extendió esas leyes para todo el mundo al organizar el Honrado Concejo de la Mesta en 1273 como una unión de agrupaciones locales o mestas ya existentes. Agrupaba a todos los pastores de Castilla y para el rey supuso el poder imponerles fácilmente un impuesto denominado servicio y montazgo o servicio de los ganados que, desde 1277 hasta 1492, se encargaban de cobrar los banqueros judíos al servicio del rey a cambio de una comisión, por lo que eran implacables. No olvidemos que el reino de Castilla incluía toda la península Ibérica excepto los reinos de Portugal, Navarra, Aragón y Granada.
A los pastores les pareció bien el disponer de una organización para poder defender sus intereses porque, a cambio de los impuestos, en el privilegio se establecía que lo decidido en las asambleas que celebraba la Mesta contaba con el respaldo del rey y era de obligada cumplimiento para los pastores y también para los pueblos por donde pasaban los rebaños y las dehesas donde pastaban, es decir, para toda Castilla. Los encargados de hacerlas cumplir eran los alcaldes entregadores, funcionarios nombrados por el rey a propuesta de la asamblea y con jurisdicción en todo el estado. Uno de ellos era nombrado entregador mayor.
CUADRILLAS Y TRASHUMANCIA
Los ganaderos se agrupaban en cuadrillas o partidos correspondientes a cada provincia ganadera. Había cuatro cuadrillas: Cuenca, León, Segovia y Soria. Las provincias no se corresponden exactamente con las actuales. Así, la provincia de Soria hasta 1833 incluía buena parte de La Rioja - Cameros - y de Guadalajara - Molina y parte de Sigüenza - , pero la actividad trashumante se circunscribía sobre todo al norte. La de Segovia, a efectos ganaderos. incluía a las actuales de Segovia y Ávila y Madrid serrano. La de León al norte montañoso; la de Cuenca a los montes del NE de ésta y sur de T eruel y Guadalajara.La trashumancia tenía lugar en tierras altas, donde el invierno era muy crudo, con nieves y sin pasto para el ganado. Por el contrario, en verano, mientras el resto de la Península estaba agostado, en esas montañas había pasto y se denominaban agostaderos. Por ello, este sistema de emigrar al sur en invierno era la única forma de alimentar al ganado en lugares con un invierno muy duro, helado y nevado. Por otra parte, durante la Reconquista predominaba la ganadería sobre la agricultura porque en los ataques primaverales y veraniegos de ambos bandos solían quemar las cosechas del contrario. En cambio las ovejas eran bienes semovientes y se les podía trasladar u ocultar.
Soria fue durante mucho tiempo tierra de frontera, primero entre cristianos y musulmanes y después entre el reino de Castilla con los de Navarra y Aragón. A ello se unía su altitud, con la mayor parte de su territorio por de los mil metros, y su clima inhóspito.Todo ello hizo que durante bastante tiempo estuviera poco poblada, colonizándose, cuando la paz lo permitió, el norte con vascos y el sureste con aragoneses. Por ello, su escudo reza: Soria pura, cabeza de extremadura, que este vocablo significaba extremo o frontera. La pureza se debía a la lealtad mostrada a los reyes castellanos. Después, con el avance de la Reconquista, surgirá otra extremadura, la actual región. Debido a la estrecha relación de Soria con Cáceres y Badajoz por la trashumancia, en algunos ambientes se pensaba que el lema era debido a esto.
En 1347, Alfonso XI otorgó otros privilegios como la prohibición de roturar o sembrar las cañadas, que debían medir 90 varas - 75,23 metros - de ancho y el derecho a pastar en zonas comunes sin detenerse y sin pagar. Lógicamente esto puso en su contra también a los ganaderos estantes, los que no se movían de sus pueblos. Por su parte, los pastores debían respetar las tierras cultivadas y los pastos de los ganados de laber. Cuando llegaban a los lugares donde pasaban el invierno debían pagar a los propietarios de las dehesas.
Además del impuesto a la Real Hacienda, después se establecieron otros impuestos a beneficio de los pueblos como el de asadura, por el que se pagaba al ayuntamiento un cordero o media oveja por cada mil que pasaban. Algunos municipios intentaban imponerles impuestos no previstos por cortar leña, hacer cabañas y corrales, etc., además de los establecidos legalmente. Pero las leyes de la Mesta les protegían. También pagaban un impuesto por la exportación de la lana, pues Castilla vendía su lana a Europa del norte. Los Países Bajos en el siglo preferían la española a la inglesa. Los de Aragon y Cuenca la exportaban a Italia. La lana se convirtió en un buen negocio y la cabaña ovina aumentó. A principios del siglo había 1.500.000 ovejas; a finales del siglo XV, el doble; y a principios del XVI, en 1526, eran 3.500.000. Se criaban las de raza merina, con lana de buena calidad que mejoraba con la trashumancia por la variedad de alimentación. La otra casta peninsular, la churra, se utilizaba sobre todo por su carne pues su pelaje era de mucha peor calidad, aunque sí se utilizaba para la producción textil local.
EL APOYO DE LOS REYES CATÓLICOS
Los Reyes Católicos fueron los que más apoyaron a la Mesta. En contrapartida conseguían un buen beneficio de sus impuestos que, en 1474, fue de cuatro millones de maravedíes. En 1500 crearon la figura del presidente, en sustitución del alcalde entregador mayor. Era juez supremo en todo lo relativo a la Mesta entre ganaderos y agricultores pero cobraba de los primeros y a la vez recaudaba todos los impuestos de ellos. El cargo suponía mucha movilidad por lo que no era muy apetecible; cambiaba con frecuencia y no resolvió los problemas. En la junta de 1556, en lIanueva de la Serena, se le subió el sueldo para hacerlo más atrayente. Todos los que lo ocupaban eran a la vez miembros del Consejo de Castilla, por lo que lo tornaban como algo accesorio. A partir de los Reyes Católicos los pastos dejaron de ser baratos, porque cada vez se cultivaba más debido a que ya no había guerras. Los reyes se mantuvieron en un dificil equilibrio para proteger tanto a los ganaderos como a los agricultores. En el último tercio del siglo XVI, con la guerra en Jos Paises Bajos disminuyó la demanda de lana española. En la segunda mitad del XVII hubo una grave crisis, no se vendía casi nada y tuvieron que pedir préstamos para mantener los rebaños. Algunos se arruinaron.
Al principio la Mesta celebraba tres asambleas anuales pero desde el siglo XV se dejaron en dos. Una tenía lugar en febrero o marzo, en el sur, en poblaciones como Siruela, Villanueva de la Serena o Guadalupe. La otra en agosto o septiembre en el norte, en poblaciones como Riaza, Ayllón, Aranda de Duero, Burgo de asma, Berlanga, Sigüenza o Buitrago. Después se dejó en una anual y, desde el siglo X VIII, se realizaban todas en Madrid y el archivo mesteño, que antes estaba en Villanueva de la Serena, pasó también a la capital. Duraban unos 20 días y el protocolo establecía el lugar que ocupaba cada uno en función de la importancia de cada partido o cuadrilla. La posición principal era para los del partido de Soria, motor económico de la Mesta y del reino. Le seguían los de Segovia, Cuenca y León. Cada año la dirigía el alcalde ma yor de una de las cuadrillas. En ellas se nombraba a los funcionarios que hiciera falta para renovar los puestos, pues contaban con una administración paralela a la del Estado. La selección era una mezcla de consenso y azar: cada partido seleccionaba a dos candidatos por votación y entre ellos se sorteaba el puesto a cubrir. Los principales eran los alcaides entregadores, les seguían los alcaldes ordinarios, una especie de jueces que resolvían los litigios con la gente de los pueblos. Como eran nombrados por la Mesta está claro que defenderían sus intereses. Si se estaba en desacuerdo con el veredicto se apelaba a los alcaldes de apelaciones, también nombrados por la organización. Algunos les denominaban jueces de ruta. En cuanto a la administración propiamente dicha había un contador y un sobrecontador que se responsabilizaban de la contabilidad y un tesorero que custodiaba los dineros. Éste siempre se elegía entre un miembro acaudalado para que pudiera responder con sus propios bienes si llevaba una mala gestión. Había procuradores ante las chancillerías de Valladolid y Granada que eran como las audiencias nacionales; fiscales, escribanos o administrativos generales, alguaciles o policías, etc. Todos ellos formaban toda una administración con la característica especial de que algunos de ellos eran itinerantes y acompañaban a los ganados igual que ahora algunos funcionarios maestros acompañan a los circos. Por supuesto los sueldos los abonaba la Mesta. Los ganaderos riberiegos, de las zonas bajas y que no trashumaban, debían ser miembros de la Mesta pero no tenían ni voz ni voto en las asambleas. Para tener derecho de voto había que poseer 150 cabezas; desde 1736 se estableció en 500 y en 1767 volvió a bajar a 150. A partir de 1499 se cuenta con los libros de actas de la Mesta por lo que se puede seguir muy bien su historia. Toda la organización tenía como fin salvaguardar los derechos de los ganaderos frente a los agricultores y viceversa si, por ejemplo, un rebaño se comía una cosecha. De hecho hay sentencias de entregadores en contra de ganaderos. Tenía jurisdicción en todo el territorio del reino de Castilla.
EXPORTACIONES
Durante el siglo XV se regularizaron las exportaciones a Flandes y Francia. Con el matrimonio de Isabel y Fernando en 1469 se terminaron las guerras en la extremadura soriana. Muchos ganaderos de Soria y Malina se hicieron ricos. Como señala Manuel del Río, en aquella época: La provincia de Soria ocupa el suelo menos fértil de España, y á pesar de eso es una de las más ricas y de las más pobladas. Los ganaderos eran pecheros, de los que tenían que pagar impuestos, pero algunos lograron comprar privilegios de hidalguía y dejar de abonarlos. Obraban del mismo modo que ahora los muy ricos. Mucha gente se estableció en las sierras sorianas como los Gante - belgas - en San Pedro Manrique y otros italianos, sevillanos y gallegos. Asi, el alférez de Soria, apellidado Río, tenía 30.000 cabezas y el regidor de la ciudad, Guzmán de Cuenca, 60.000. Posteriormente, con el crecimiento de la burbuja lanar, en el siglo XVII, los grandes ganaderos - con rebaños de más de 40.000 ovejas procedían de Madrid pero estaban teóricamente avecindados en Segovia o Soria para tener derecho a pastos gratuitos.
A finales del siglo XIV se produjeron varias situaciones de pueblos que se oponían al libre paso y pasto, otros donde se roturaban bosques para cultivarlos, se cultivaban de hesas donde antes pastaban los rebaños o se cerraban vías pecuarias. Los privilegios de la Mesta establecían la existencia de varios caminos - cañadas reales - que recorrían España de norte a sur con una anchura de 75,23 metros. Para unir la parte principal de las cañadas con diferentes destinos había cordeles de 37 metros de ancho y veredas de 21 m. Así mismo, se produjeron agresiones a los rebaños y a los pastores o no se reconocía la jurisdicción del alcalde entregador. En 1492 se recopilaron todas las leyes que afectaban a la Mesta para que todo estuviera claro y poder implementarlas más fácilmente.
Desde 1500, a fin de que los precios de los pastos no subieran por la competencia entre los ganaderos, era la organización quien los alquilaba y después los repartía entre sus miembros en función del número de cabezas que tenían. Esto ocurría sobre todo en La Serena, que pertenecía a la Orden de Alcántara, y en el Valle de Alcudia, de la de Calatrava. El derecho de posesión o posesionero significaba que no se podía alquilar a otro aunque ofreciera más dinero. Era vitalicio salvo que el propietario se hiciera ganadero y perduró hasta que fue abolido en las Cortes de Cádiz de 1813.
En el siglo XVI hubo una expansión demográfica por la que, unida a las quejas de los agricultores, a partir de 1590, se favorecieron las roturaciones de tierras. La Corona, para financiar sus continuas guerras, impuso en 1589 un impuesto especial a los ganaderos de ocho millones de ducados a pagar en seis años, el llamado servicio de millones, lo que hizo caer a algunos en bancarrota. Con ello comienza el declive del poder de la organización. Con Felipe II fue perdiendo poder y apoyo real al establecer la posibilidad a los jueces o justicias locales para dirimir asuntos del ganado trashumante. Por otra parte aumentaban los grandes propietarios y cada vez se hacía menos caso al presidente, incluso dentro de los miembros o hermanos de la Mesta o a los alcaldes entregadores. Estos no respetaban al presidente, quien tampoco hacía mucho salvo presidir las asambleas anuales. Por otra parte, en las Cortes se investigaron acusaciones contra posibles abusos cometidos por entregadores. Se aprobaron más impuestos a abonar en cada pueblo por donde pasaban. De hecho, cuando dos veces al año pasan todavía por Madrid, pagan simbólicamente 160 maravedíes al ayuntamiento de la capita1.
A principios del siglo XVII los mesteños estaban enfadados y lograron que en 1633 Felipe IV volviera a declarar pastos las tierras roturadas sin licencia desde 1590 y respetar los derechos de posesionero previos, pero no llegó a poner en práctica la ley y además estableció un nuevo impuesto sobre los pastos. En general había contradicción entre las leyes y su aplicación, pues el Consejo de Castilla, que participaba en su elaboración, favorecía a la Mesta; pero las chancillerías se oponían a ella y solían fallar en su contra. A pesar de todo seguían apareciendo especuladores, lo que los serranos denominaban propietarios de tierras llanas.
LA LLEGADA DE LOS BORBONES
Con la llegada de los Borbones franceses, en 1702 el Consejo de Castilla estableció precios máximos a pagar para poder pastarel invierno en seis reales por cabeza. En el siglo XVIII creció la población y por tanto la demanda interna. El país pasó de tener entre siete y ocho millones de habitantes a principios de siglo, a contar con diez y medio a finales. Se establecieron fábricas de paños. También había más demanda exterior. Se llegó a una cabaña en 1780 de cinco millones de cabezas. Los extranjeros querían llevarse ovejas merinas de España para criarlas fuera pero no lograron hacerse con ejemplares. El problema fue que creció también la demanda interior de tierras de labor por lo que aumentaron las tensiones con los agricultores y ganaron estos. En 1731, el fiscal de la Mesta - que se ocupaba de velar por sus derechos- publicó el Quaderno de leyes y privilegios del Honrado Concejo de la Mesta pero los jueces civiles cada vez hacían menos caso. Felipe V, en 1730, vendió baldíos de pueblos serranos donde hasta ese momento los vecinos de esos municipios pastaban gratis. En esa época los ricos de Madrid comenzaron a entrar cada vez más en el negocio de la lana, compraron dehesas de la zona de La Serena y establecieron un mínimo de 500 cabezas - en lugar de 150 - para tener derecho a voto en la Mesta, desbancando a los pequeños propietarios.
Según Diago, en el Madrid de 1780 habia 27 ganaderos con un total de 143.000 ovejas; en 1750 eran 39 con un total de 533.000 cabezas y en 1780, 43 que sumaban 561.847; el 25% del total de la cabaña peninsular. El 65% de los propietarios de Madrid eran nobles y, por tanto. no pagaban impuestos. En 1748 consiguieron que Fernando VI anulase los impuestos de servicio y montazgo y declarara ilegales las roturaciones efectuadas desde 1728.
Se fue pasando de pequeños propietarios serranos a grandes hombres de negocios capitalinos que, además, no pagaban impuestos. En muchos casos los propietarios de Segovia y Soria eran mayorales, rabadanes o incluso pastores, que trabajaban para los grandes potentados y les permitían llevar a sus propias ovejas - no más de 500 -. El otro estamento privilegiado, la Iglesia, que tampoco pagaba impuestos pero sí cobraba "religiosamente" el diezmo - el 10% de los ingresos de todos los españoles- también poseía grandes cabañas.
La importancia de la ganadería era tal que en el Catastro del Marqués de la Ensenada de algunos pueblos serranos podemos ver que sólo se contaba el número de vecinos o familias - sin especificar sexo o edad de los componentes - pero se detallaba el número de ovejas merinas, de churras y de cabras. Según esta fuente había en España un total de 18 millones de ovejas. De ellas, 3,3 millones eran trashumantes.
En la segunda mitad del XVIII subieron mucho los precios de la lana y la cantidad exportada. Además también se pusieron en marcha fábricas de paños en España con lo cual aumentó la demanda interior. La lana del ganado merino estante -que no trashumaba - era de inferior calidad por la monotonía de la alimentación. Debido a la fuerte demanda se mezclaba con la trashumante y se creó una calidad intermedia llamada entrefina. Algunas fuentes hablan de cinco millones de ovejas. Con el fin del siglo comenzó el declive.
Con Carlos III y la Ilustración se defiende la propiedad privada que propugnaba Adam Smith. Jovellanos entendía que la Mesta propiciaba un aprovechamiento integral de los campos, pues los rebaños fertilizaban el campo, los rastrojos y los barbechos; pero estaba en contra del derecho de posesión y de prohibir roturaciones. También se alegaba que mil ovejas necesitaban mil fanegas de terreno - unas 200 hectáreas- y sólo alimentaban a cuatro o cinco pastores. En cambio, cultivadas, mantendrían a más de 150 personas.
En 1762 se puso a la venta el Valle de Alcudia y en 1770 lo compraron los jesuitas, pero al disolverse la compañía la Corona se quedó con él. En 1792 Godoy, jefe de gobierno y amante de la reina, es nombrado duque de Alcudia, se hace con los terrenos y con las 100.000 ovejas de los jesuitas. Al ser propietario de ovejas tenía derecho a desahuciar a los posesioneros, con lo cual los pequeños propietarios serranos se quedaron sin los pastos que habran utilizado durante siglos.
Desde 1780 se restringieron las competencias de los alcaldes entregadores y en 1786 11796 según otrosl se suprime el cargo. Sus funciones pasaron a efectuarlas los alcaldes de los diversos pueblos por donde pasaban o pastaban por lo que, lógicamente, defendían los derechos de sus vecinos y los suyos propios. Para colmo de males, durante todo el siglo XViii subieron los precios de los arrendamientos de pastos. Tras la denominada Guerra de los Pirineos, en el Tratado de Basilea de 1795, Francia impuso a España, además de cederle la parte española de la isla de Santo Domingo, el entregarle 5.000 ovejas merinas y 500 sementales. En 1803, Carlos IV suspendió el cumplimiento de privilegios de los ganaderos y comenzó todo un proceso de privatización de pastos.
A nivel internacional, a partir de 1800 el bloqueo de Napoleón a las islas británicas estropeó la exportación a ese lugar. Por otro lado, en Sajonia lograron una lana de buena calidad. mejor que la castellana y la desbancó. En 1818 el precio de la fibra española bajó a la mitad mientras los gastos subían cada vez más. Muchos abandonaron la trashumancia y se hicieron estantes con merinas. En 1795 había cinco millones de trashumantes. en 1818 la mitad y en 1832 sólo 1.100.000 a pesar de que apareció la demanda de los textiles catalanes.
EL FIN DE LOS PRIVILEGIOS
Con Fernando VII se restauró toda la legislación anterior y, de hecho, él mismo presidió las juntas de Madrid de 1815 y 1818. pero ya nada era igual. Posteriormente, con la llegada del Trienio Liberal. entre 1820 y 1823, regresó la legislación de Cádiz pero no se aplicó por falta de tiempo. Entre el 1823 y1830 se restauró de nuevo la legislación del Antiguo Régimen. Incluso en 1827 se abolieron los impuestos sobre la exportación de lana pero ya sirvió de poco.
El 31 de enero de 1836. tras 560 años de existencia, una real orden disolvió el Honrado Concejo de la Mesta y se estableció la Asociación General de Ganaderos para todo el país, pero ya sin jurisdicción, sólo con competencias administrativas y organizativas y se ocupó sólo de conservar las cañadas. Según Diago. la Mesta ya estaba moribunda desde hacía varias décadas. La nueva asociación incluia todo tipo de ganadería (vacas. caballos. cerdos, ovejas y cabras) pero excluía a las de labor como los bueyes de tiro.
A la Mesta se le otorgaron un total de 62 privilegios en toda su historia, de ellos 42 antes de [os Reyes Católicos. Las cañadas pasaron a ser propiedad estata!, dominio público, y no se podía cultivar en ellas ni ocuparlas pues seguían estando destinadas a la trashumancia. Ahora casi todos realizan el traslado en trenes o camiones y ya no se suelen utilizar. Como sabemos, en la Cañada Real Galiana. cercana a Madrid. se ha establecido mucha gente que ha construido ilegalmente mientras los demás pagan su casa con grandes sacrificios.
En 2004 las mayores cabañas estaban en las provincias de Badajoz con dos millones de ovejas. Cáceres con 1.300.000 y Ciudad Real con un millón, lugares de destino invernal de la trashumancia. En Soria, en el año 2000 habia 457.000 cabezas de las que sólo 8.000 son trashumantes. En total la cabaña nacional de ovejas de ese año era de 22.735.551 cabezas. En Australia, donde se lIev6 1a oveja merina española y se habla de la raza australian merino. hay 100 por persona.
En resumen, podernos concluir que la Mesta gozó de jurisdicción propia y de numerosos privilegios que le permitieron prosperar, pero también proporcionaba abundantes ingresos en forma de impuestos tanto a la Corona como a la Iglesia y a los numerosos municipios por los que cruzaban - portazgo, albalá, asadura, etc. -. Faltó el complemento de iniciativas empresariales que transformaran la lana para conseguir un valor añadido en lugar de exportarla y volver a comprarla convertida en paños. pero no se puede culpar de ello a la Mesta porque, como dijo Jovel Janos al respecto: no podamos, no sepamos o no queramos ser industriosos.
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LA ENTRADA EN EL NEGOCIO
Diago nos ofrece un ejemplo sobre la entrada de hombres de negocios en la Mesta como es el de la familia de José Negrete, del valle vizcaíno de Carranza quien a finales del siglo XVII se instala en Madrid y consigue hacer una buena fortuna. En 1727, su hijo Ambrosio casa con la hija de un ganadero segoviano y heredan 8.000 cabezas. En 1756 las ha aumentado hasta 40.000 y además entra en la comercialización de la lana de otros ganaderos. Por otra parte en 1752 adquiere la dehesa de Campo Alange en Extremadura - entonces constituía una sola provincia -. En 1760 consigue que le hagan conde de Alange -lo que significaba dejar de pagar impuestos-, Dos años después fallece. Su hijo fue ministro de José Bonaparte y vendió parte de sus rebaños de merinas a Francia con fabulosos beneficios, rompiendo el pacto sagrado de no enviar ejemplares de esa variedad fuera del país para mantener el monopolio.
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CALENDARIO DE LA TRASHUMANCIA
El esquileo se efectuaba en mayo o junioj cuando subían al norte para pasar el verano. Los de Soria y Segovia lo solían realizar en esta última donde habia muchos esquiladeros.Una vez llegaban a las sierras para pasar el verano las ovejas de dos años se echaban a los sementales en julio, para que, tras los cinco meses de gestación, parieran en el sur una vez que ya estaban abajo al final del otoño. Habia carneros, denominados moruecos, seleccionados para este fin. Se usaban unos seis para cada cien ovejas y realizaban entre 10 y 30 cópulas o cubriciones al día. A finales de septiembre comenzaban a bajar. El mayoral, responsable de todas las ovejas de un propietario, repartía los rebaños en grupos de 1.000 o de 500. Por la noche las cercabancon redes de esparto y las reses iban marcadas con el símbolo de su propietario en el lomo. El mayoral era de confianza del propietario, Estaba bien pagado y a veces salia tener un rebaño de hasta 500 ovejas suyas que pastaban con las del propietario, Tan importantes como los recursos humanos eran los perros, varios por rebaño, entrenados para controlarlo y defenderlo de los lobos. Los traslados solian durar un mes, recorriendo entre 10 Y 25 kilómetros al día según fueran deprisa o les dejaran pararse a comer. De los nacidos se seleccionaba a las hembras y algunos machos; los otros se vendían para carne.
Por Fernando Ballano, publicado en "Historia de Iberia Vieja" n.90 Madrid. Adaptado y ilustrado por Leopoldo Costa para ese sitio.
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